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188 P. PÍO DE MO:s;DREGANES demasiado prudente, será lo que se qui'era, pero no piedad, no espirituali,fad, y mucho menos espiritualidad mision~ra (6). ¡Cuántos religiosos y religiosas contemplan las Misiones como una cosa accidental en la Iglesia, y más todavía a la propia Orden y Congregación! Yo no tengo vocación de misionero, de misionera; yo me preocupo de ser buen religioso, y nada más; lo que pasa fuera de mi monasterio no, me impor– ta. No vemos las Misiones, como dice Giordani, con los ojos de la Iglesia, no las vemos con el Corazón de Cristo ... Particula•rismo, divisionismo, indivi– dualismo... nos encierran en hoyas, estorbándonos la visión católica del mun– do. Pámpanos, si no cortados, colgantes en el tronco de la vid, no sentimos ya en nosotros el vado que millones d•e infieles abren a nuestra vida; y en nuestra alma estamos sufriendo de la indigencia que la falta de todas esas almas nos produce a nosotros, la Iglesia (7 j. Es necesario vivir la vida del Evangelio en les ti"'.mpos actuales; santifi– carse y santificar en el ambiente actual. Debe ser una santidad sabia y pru– dente, ~n conformidad con el tiempo, el lugar, las personas, las necesidades, pero que lleve siempre a Dios. No hay más que un<l santidad substancial, que nunca cambia. El defecto será siempre defecto y la virtud será siempr'e vir– tud. Pero, sin cambiar nada substancial, en la práctica de la virtud y en la orientación de la vida religiosa, puede seguir una conci'encia más rez=ta, más delicada, más en armonía con las exigencias actuales, mús en conformidad con las directrices de la Ig!..'.sia. Esto es lo que se pretende: que los religiosos vivan en conformidad con el espíritu misionero actual, em'eñado y predica– do en estos últimos tiempos por los órganos cornpetent'es de la Iglesia. RAZONF:.S PRINCIPALES DE UNA ESPIRITU1'.LIDAD ~HS!ONER/\ EN LOS RELIGIOSOS. No cabe duda que todo cristiano, en virtud clcl bautismo, es miembro del Cuerpo Místico de Cristo y como tal debe interesarse por el bien de ese mis– mo Cuerpo, que es la Iglesia. A todos incumbe el deber de cooperar a la pro– pagación de la fe y a la dilatación d•e la Iglesia. Los religiosos, por razón de su estado, tienen todavía mayor obligación de procurar la difusión del Evangelio por todo el mundo, promoviendo en si y en los demás el espíritu misionero. A continuaci0n ponemos algunas razo– n•es que manifiestan claramente el deber de cultivar la espiritualidad misio– nera en la vida religiosa. 1. El estado religioso y la imitación de Jesucristo.-Dios, por boca de ~foisés, dirigió al pueblo escogido estas palabras: Sed santos, porc¡ue yo soy santo (8). Y el Divino Maestro dijo a sus discípulos: Sed perfectos, como es perfecto ruestro Padre que está en los cielos (9). Indudablemente que estas (G) ('f. J. B. 'l'IL\GELLA, J'e,· una spidtualith m1ssio1wria, púg. 4a, Horna, 1()48. (7), ('f, Cattolicitd, Roma, Ul48, pág. 2:J5. }IarcPlliann, Bres(•iu, W4G. (S) I,ei,,, XI, 44. (()) }L\TTIL, Y, 4S.
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