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8 P. PÍO DE MOl'.TIREGANES De mayor importancia, sin duda, son la Doctrina o teoría de las 1-Hsiones, la Historia, la Dogmática y Apologética, Legislación, Geografía y Estadística y Etnología misionales. No deben, en manera alguna, reducirse a nociones elementales, a meras ampliaciones de conceptos aprendidos en las ciencias afines, sino que es pre– ciso un estudio serio, profundo, amplio, científico con· método anilítico-sinté– tico. Guiadas por principios seguros, básicos, doctrinales y criticas debe! pro– curar definir y determinar bien su objeto, sus límites, sus fines, a fin de) llegar a formar una ciencia propia, particular, relativamente autónoma y separable de las demás-aunqu"e subordinada a superiores principios-~que merezca en– trar de lleno en el cuadro de las ciencias humanas. Tres son, a mi juicio, los criterios que deben predominar en la formación de estos cursos misionales, tanto en los Manuales que se escriban como en las explicaciones orales que se den en las aulas: 1.º Un criterio filos6fico-teol6gico, es decir, la razón humana guiada y alumbrada por la fe, son los dos factores principales que int'ervienen en su formación y desarrollo. La razón convence al hombre, la fe persuade al cris– tiano. La razón sin la fe se extravía, la fe sin la razón no satisface. Hay que observar, sin embargo, que aquí tratamos sólo 'en el orden de exposición cien– tífica; porque, en cuanto a su origen y derivación, la Misionología arranca del orden sobrenatural y de la gracia, del misterio de la Redención universal de Jesucristo y, por tanto, de la Teología. 2." Un criterio n'etamente pontificio, cuyos mandatos, instrucciones, nor– mas y directivas, bnto actuales como pretéritas, serán la mejor garantía del acierto y del éxito. La Iglesia es la verdadera depositaria de la verdad y de la revelación, la qu'e cuenta con la ayuda y protección del Espíritu Santo, máxime en las obras misionales, en su mayoría de orden sobrenatural y divino. Las decisiones de los Concilios, las Encíclicas de los Pontífices, las Instruc– ciones de las Congregaciones Romanas, en 'especial la de Propaganda Fide, serán fuente!", puras y sólidas para el material científico-misional. 3.º Un criterio espariol que, sin contrariar en nada a los precedentes, s'ea la expresión genuina y fiel de nuestra mentalidad e ideología nacional, sirvién– dose para ello d'e los testimonios, prácticas y experiencias de nuestros misio– neros; de la doctrina de nuestros teólogos, juristas, historiadores y escritores; del inmenso material científico encerrado en nuestras bibliotecas y archivos. Los libros, pu'es, misionales no deben ser simples plagios, adaptaciones o tra– ducciones exóticas, mendigando como pobres lo ajeno cuando abunda lo nues · tro en casa propia. Evidentemente que para realizar esta empresa son necesarios misionólogos compet'entes, de solvencia científica, de exp1?riencia y amor a la investigación. En la amplitud del objeto de la ciencia misional se impone la especialización a una de sus ramificaciones; de lo contrario, dada la excesiva abundancia del material, la brevedad del ti•empo y la limitación de humanas energías psíqui• cas, se haría imposible todo progreso. El axioma corriente latino que rez& Plmibus intentus minor est ad singula sensus tiene perfectísima aplicación al campo científico-misional, tan vasto y 'extenso de por sí, cuyo ángulo se abre cada día más y más por las nuevas producciones literarias que sin cesar apa– recen en esta época de resurgimiento misional.

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