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PHUBLE~L\S ~!!Slü'<ALES 179 VII. FILÓN DE ORO. Cuando, en 1866, se descubrió en el Transvaal el más grande y rico filón <l'e oro, de todas las partes del mundo concurrían los que podían y se dispu– taban la tierra palmo a palmo a fuerza de dólares, libras esterlinas o de ar– mas. Ahora bien, cuando nuestros jóvenes en su educación misionera descu– bran cosas mucho más preciosas, es decir, los millones d'" almas que hay que sacar de las tinieblas del paganismo o de los errores de la herejía, sentirán en sí la fiebre de conquista, se pr'epararún con los medios más necesarios, fuertes y eficaces; correr{m a plantar la cruz en tierra de,:conocida. Todo :;e– ráficos en ardor se lanzarún en bucea de ,1lmas bajo cualquier ci'do, tierra 0 meridiano. Nuestros misioneros. de Occidente a Oriente, del Septentrión al :Mediodía, en todos los úngulcs de la ti'erra, sin di:;tinción de raza o de color, de griego o judío, tenderún sus brazos a todos los hombres para iluminarlos por la fe, fortalecerlos con la esperanza y vivificarlos por la caridad, a fin de que, dóciles, entren en la Igl'esía de Cristo, extra quam nulb ~alus. Hauamos nuestro d grito de San Pablo, Apóstol de las Gentes, que decía: Graecis et Barbacis, sapientilms et insipientilms debitar sum (33). (:,::) Ro111., l, 1-1.
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