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176 P. PÍO DE MO:s;DREGANES justo y equilibrado es vetera novis augere. Conservar lo bueno antiguo, pero sin rechazar lo bueno moderno que perfecciona. No faltan objeciones ,al pro– greso d'e ia ciencia misionológica, que es necesario resolver con criterio ob– jetivo. a) Hay algunos ingenuos que dicen: "l\ mí para misionar me basta mi breviario, mi rosario y mi crucifijo. Jesucristo es quien ha de convertir las almas. Muchos de nuestros antiguos misioneros no estudiaron Misionología, no frecuentaron cátedras, no fu'eron doctos ... , y, no obstante, cosecharon mu– cho fruto en las Misiones, foeron eminentes apóstoles ... ". Ciertamente que el elemento sobrenatural ha d'e ser la primera base de tudo apostolado. Se requiere la acción de la gracia en la conversión de [as almas. El misionero debe revestirse del espíritu de Cristo, de las virtudes apos– tólicas, de la santidad de vida. Pero esto no contradice ni se opone a la pre– paración y formación científica del individuo, que debe poner cuanto sea de su parte para hac'er más eficaz su apostolado. Ya hemos indicado los esfuer– zos que en tiempos pasados hicieron las Ordenes e Institutos para la forma– ción especializada de los misioneros y cómo los Pontífices de aquel tiempo los apoyaban. También en el siglo pres'ente los Papas exhortan a la prepara– ción de los candidatos. Así lo dice Benedicto XV en la Encíclica Ma:ximum illud: ''Punto es también que no debe descuidarse la diligente preparación que exig•e la vida del misionero, por más que pueda parecer a alguno que no hay por qué atesorar tanto caudal de saber para donde sólo se han de evangelizar pueblos desprovistos aun de la más elemental cultura. No puede dudarse, es v'erdad, que, en orden a salvar las almas, prevalecen los medios sobrenatura– les de la virtud sobre la ciencia; pero también es cierto que quien no esté provisto de un buen caudal de saber se encontrará muchas veces con muchas defici'encias para desempeñar con fruto el ministerio. ¡Cuántas veces, sin po– der recurrir a los libros y a sabios de quienes aconsejarse, se; 1 verá en la pre– cisión de contestar a muchas dificultades en materia de religión y a consultas sobr•e negocios muy difíciles! Y claro es que, en estos casos, la reputación social del misionero depenide de ser doato e instruido, y más si se trata de pueblos que se glorían de progreso y de cultura. Será muy poco decoroso quedar 'entonces los maestros de la verdad a la zaga del ministro del error. Conviene, pues, que los aspirantes al sacerdocio que se sientan con vocación misionera, mientras se forman para ser útiles en estas expedicion'es apostólí– cas, se hagan con todo el caudal de conocimientos sagrados y profanos que las situaciones del misionero reclaman" (27). El Papa misionero, Pío XI, ~n el discurso de inauguración de la Exposi– ción Misional Vaticana, el día 21 de diciembre de 1924, decía: "Hemos que– rido que el conjunto magnífico de las Misiones, de esta obra verdaderamente divina, 'esté como iluminado por una luz única que revele no solamente la belleza, sino también los más delicados pormenores. Por esta razón Nos he– mos deseado que la parte científica, geográfica, médica y literaria de las l'vli– siones ocupe un lugar importante, porque es sif,mpre la región de las ideas de donde descienden las grandes directrices de la acción. Vivimos en unos tiempos en los que más que nunca se ha manifestado que todos los heroísmos (27) Cf. ,1. A. 8., mm, mi. XI, ¡¡,1g. 448.
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