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PROBLEMAS MISIONALES 169 et protectionem" (11). Raimundo Carom, O. F. M., arguye de pecado grave a los superior'esl que envían a los ignorantes a las 1\,lisíoncs: "Gravíssime ergo peccant Superiores, qui in locis infectis Pastores ve! Praelatos indoctos insti– tuunt; qui ve! ad Míssíonum ignaros mittunt, unde fidei contemptus saepius oritur: haereticis applausus et orthodoxis scandalum" (12). Domingo de Gu– bernatis, O. F. M., requi•ere tres condicion:es en el misionero apostólico: le– gítima deputación, suficiencia de doctrina y santidad de vida. Respondiendo a las objeciones, de algunos que dicen que San Francisco y los primeros mi– sioneros no eran doctos, dice qu'e aquéllas fueron disposiciones divinas más dignas de admirarse que de imitarse. "Nobis autem tentare Deum non licet. Ad opus prae caeteris arduum, ad missionem progreditur: ibi haereticorum cavillationes, schismaticorum falsa fundamenta, paganorum errores, humanae itidem conversationis abusus Verbo veritatis a:rguere, confutare, eveUere ac universae fidei catholicae mysteria edocere debemus; quibus ha'ec fieri de– beant, habemus a Deo in S. S. exposita, in his desudare debet, qui ad tantum opus assumitur, ut potens sit t:xhortari in doctrina sana et eos qui contradi– cunt arguere" (13). Semejantes testimonios se encuentran en Carlos Francisco de Breno, O. F. M., Francisco Quaresmius, O. F. l\il., y otros célebres mi– sionólogos, que omitimos por no alargarnos demasiadc. JII. FORMACIÓN MISIONERA EN LA REFORMA CAPUClIINA. Siendo •el espíritu misionero una parte esencial del verdadero francisca– nismo, no podía faltar tampoco en la reforma capuchina. Por esto, ya en las Constituciones de 1536 se establece lo siguiente: "Y porque la conversión de los infieles estuvo muy arraigada tn el corazón de nuestro seráfico padre; por esto, a gloria de Dios y salud de aquéllos, según en la regla se ordena, que si alg,unos frailes perfectos, inflamados del amor de Cristo. bendito y del c•elo de la fe católica, quisieren por divina inspiración ir a predicarla entre ellos, recurran a sus vicarios provinciales o al vicario general. los cuales, juz– gándoles idóneos, vayan con su lieencia y bendición a tan ardua empresa... Los prelados no atiendan al poco número de frailes, ni se duelan <l'e la pérdida de los buenos, mas, arrojando toda su solicitud y temores en aquel que tiene cuidado de nosotros, en todas las cosas obren s'egún les dicte el espíritu de Dios, y con la caridad, que nunca hace mal, dispongan todas laSI cosas" (14). Los capuchinos combatieron el protestantismo en las regiones de Europa que invadió la herejía. Los candidatos llamados a tal fin, además de la inte– gridad de doctrina y santidad de vida, debían también prepararse en las dis– ciplinas más necesarias, para desempeñar el ministerio con decoro. El minis– tro general Jerónimo de Sorbo (1596-1599) ordenó que en el r'dno de Nápoles (11) lti11erari11111 ,•atl10/il'11111 ¡i.-«fis('e11ti11111 ad i11fi''1elcs 1·011rerte,ulos, vúg. '..!-:;, IIi~pali, lfí74. (l'..!) Apostolatus Jlissio11arioru111 JJCI' 1111irers11m n11u11l11•,11, p. lf. I·'arís. 1n;;n. (1:l) Orbis Nera¡,1tic11s... De Jlissionilms inte,· injidcles, tomo 1, !JÚg. 11-1'..!, Roma. lHtiD. (14) ('f. E'lJUARin-,; ALEXCOXEX.~IS, l'ri111i¡¡eniae leyislalionis tc,·tus oriuinalcs, PU L-iber J[en,orialis, p{tg. 414, n. 14;:, Homa, W28.

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