BCCCAP00000000000000000000392
168 P. PÍO DE MONDREGANES perador de los tártaros Mangu en el año 1253, "quia nescivit terminos astro– nomiae". Habla también de la necesidad de la filosofía: "uti illi qui converti non possunt, non minus per opera sapientiae quam per laborem bellicum re– primantur" (7). Raimundo Lulio fué un ardiente promotor de la educación misionera: d'e– fendió delante de los Papas, Concilios, cardenales, príncipes, religiosos domi– nicos y franciscanos la causa de la conversión de los infieles y mahometanos; trabajó por la formación de una Congr•egación de cardenales que se ocuparan en los negocios de la propagación de la fe; por la erección de Seminarios y Colegios de Misiones para la formación filosófica, teológica, apologética y lingüística de los misioneros. En una carta dirigida a los maestros de la Uni– versidad de París •escribe: "Quod hic Parisiis, ubi gens 1 divinae scientiae ori– tur. ubi veritatis lucerna refulget, populis christianis fundaretur studium Ara– bicum, Tartarícum et Graecum, ubi nos linguas adversariorum Dei et nostro– rum docti, praedicando et docendo illos possimus in gladio veritatis eorum vincere falsitat'es et reddere populum Dei acceptabilem et inimicos convertere in amicos" (8). Este campeón de la fe trabajó lo indecible por la formación intelectual de los misioneros en los Colegios, de que hablaremos más abajo; emprendió la obra inm'ensa de conducir los disidentes orientales a la Iglesia, confutar el naturalismo fatalista de los tártaros, probar la divinidad de Jesucristo contra los judíos, abatir la filosofía averroísta y la teología del Corán. Tal ardor empleó en estas empresas que con razón pudo escribi'r Sollier: "Nullam prope sectam intactam reliquit quam non acerrime aggressus fuerit: paganos, gentiles, tartaros, iuda·eos, saracenos, schismaticos, graecos, nestcrianos, iacobitas, Aver– roem eiusque sequaces, haereticos denique et haer'eses omnes ita verbis et scriptis insectatus est, ut prnecipuis fidei catholicae athletis non immerito comparari possit" (9). Acerca de la necesidad de la formación teológica y cultural de los misio– neros es unánime el testimonio de los grandes misionólogos de los siglos XVI, XVII y xvm, como puede verse en las obras de los carmelitas Jerónimo Gra– cián de la Madre de Dios, Tomás de Jesús, Matías de Corona, Juan de Jesús María, del jesuita padre José de Acosta, Felipe Rovenio, Antonio Erington... Del mismo sentir son los misionólogos franciscanos. Nico1ás Her– bon, O. F. M., exige con insistencia la idoneidad moral e intelectual del mi– sionero. Este podrá cumplir bien con su oficio "si in sacris litteris et in Docto– ribus bene institutus fuerif' (10). Juan Focher, O. F. M., escribe: "Dulcissimus Iesus Christus dominus et magist'er noster evangelizantes soli lucí et civitati símiles esse vult; soli per vitae sanctitatem, luci per doctrinae veritatem, civitate per paternam pietatem (7) O¡ws T<'rliu111. T. 270: 0¡,us :lfaius, I. 24S y 2SS. (:-:) Cf. E . .:\L\TE:-.E ~- l-. l >nu:-.n, 'l'he11a11r11s 11orns anecdotorum, tomo I, eol. 1:nu, ]'arÍN, 1717. (íl) ('f. C_\JlLO Lo:-.um, fA1 jor11w:::io11c i11tel/ectt11ale dci Jlissiunal'ii del secolo XIII al seeolo _y ¡rn I, púg. 4::. Homn. l!);lS. (10) J,Jpitome conrertendi gentes Jwliarum ad fident Christi, púg. 5;¡4, Horero. fani, lü16.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz