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164 P. PÍO DE MONDREGANES gacion'es de terciarios frasciscanos regulares de hombres y mujeres, llamados del Atcmement (Expiación). Esta práctica piadosa está aprobada por los Su– mos Pontífices y enriquecida con indulgencias. Pío XI. para excitar las vocaciones apostólicas en favor del Oriente, or– denó el 27 de enero <l'e 1935, por medio de la Sagrada Congregación de Se– minarios, que en todos los Seminarios de clérigos y en todos los demás Cole– gios de la juventud católica se celebre cada año un día particular dedicado pro Oriente cristiano. Sería muy conveniente que en las parroquias, en Co– munidades religiosas y en centros de educación se consagrara una jornada a esta hermosa iniciativa del Papa de las Misiones. En las Pontificias Obras Jlvlisionales también se indican algunas breves oraciones o invocaciones que d'eben recitar los que a ellas se inscriben. En casi todas las Cruzadas o Unio– nes de Estudiantes se recomienda la oración por las l\llisiones. En España está muy difundida la hojita de propaganda Orate entre las Comunidades de vida contemplativa, que ruegan y se sacrifican constantem'ente por las voca– ciones misioneras y por la conversión de las alma5. Un medio fácil para todos de cooperar al apostolado misional, sea en la patria o en el campo misionero, es la oración devota, humild'e y constante. Elevemos, en público y en privado, nuestras plegarias suplicantes por la con– versión del mundo infiel y por la unión de los hermanos separados de la, Igl'e– sia de Roma. Secundemos los deseos del Pontífice Pío XII, que nos dice en su Encíclica misionera Euangelii Praecones: "La Santa Iglesia, lviadre amo– rosisima de todos los hombres, trata de reunir a todos sus hijos esparcidos por todas las partes del mundo para que busquen, según sus posibilidades, colaborar con los heraldos del Evangelio por medio de la oración, de las ii– mosnas y la ayuda pr'estada a las vocaciones misioneras. Maternalmente les exhortamos a revestirse de entrañas de misericordia, a ser todos misioneros, si no de hecho, al menos espiritualment'e, y a no dejar caer en vano los de– seos del benignísimo Corazón de Jesús, que vino a buscar y salvar lo que se había perdido (Luc., XIX, 10). Si consiguen de alguna manera cooperar a la conversión d'e una sola familia, sepan que allí se habrá creado un movimiento que seguirá avanzando continuamente a lo largo de los siglos; si contribl!yen a la formación, aunque sólo sea de un sacerdote, participarán en los frutos d~ tantos sacrificios eucarísticos suyos, de su sagrado ministerio, de su santidad" (cf. Euange/ii Prnecones, A. A. S., 1951, tomo XLlII, págs. 527-528).
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