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162 P. PÍO DE M01'.1JREGANES ría predicar la fe a todos los que so adoran al verdadero Dios: "Hago con 'este fin-dice-todas mis penitencias, y mientras me mortifico digo al Señor: Dios mio, no cesaré de castigarme mientras estas almas no se conviertan a Vos. Paso horas en este ejercicio, y siempre me sentí ansiosa de padecer por la salvación d'e las almas". ¿ Y quién no conoce el celo que ardía en el cora– zón de Santa Teresita, Patrona de las Misiones juntamente con San Fran– cisco Javier? Ella manifiesta, en el examen canónico que precedió a su pro– fesión religiosa, que fué al Carm'elo para salvar almas y rogar por los sacer– dotes. "Yo quisiera-dice ella misma-ser misionera, no solamenk durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y continuar sién– dolo hasta la consumación de los siglos" f La Dicnheure11se Thérése de l'En– [ant Jésus, Histoire d'une ame, cap. XI, pág. 214, Bar-le-Duc, 1923). La oración es la gran palanca que ha de poner en movimiento al mundo moral y religioso. Jesucristo podía hacerlo todo por sí mismo sin necesidad de rogárselo porqu'e Él es dueño absoluto de sus gracias y: tesoros. Él impera a la muerte, y los hombres resucitan; manda a los demonios, y le1 obedecen; impone silencio a las embravecidas olas del mar, y se calman; dice a los pa– ralíticos que anden, y sus miembros se vigorizan; nada resiste a su voz, todo le obedece. Sin embargo, el Divino Maestro quiere que roguemos y pidamos por las Misiones, por las vocaciones y las obras misionales. Eco de estas enseñanzas, el Pontífice Pío XI nos invita en la Enciclica R.ernm Ecclesiae– a la oración: "Y, en primer lugar, procurad, de palabra y por escrito, intro– ducir entre vuestros hijos y hacer que crezca constantemente la santa cos– tumbre de rogar al Señor de las mit:ses que esvíe obreros a su campo, y pedir para los fieles los auxilios de la luz y gracias celestiales. Reparad que hemos dicho la costumbre y uso constante y duradero de orar; porque, como todos vemos, ésta ha d•e lograr e influir necesariamente con la misericordia divina mucho más que las plegarias aisladas o encargadas sólo de cuando en cuando /A. A. S., 1926, tomo XVIII, pág. 69).

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