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160 P. PÍO DE M01'DREGANES 3) En otras Ordenes e Institutos no se habla de Mision'es, ni en su le– gislación ni en s.us fundadores. Los religiosos de tales Ordenes per se no están obligados a dejar sus monasterios y marcharse a las rvlisiones. En el caso que la Santa Sede mande construir monasterios de vida contemplativa en los pai– ses de Misión podría algún religioso ser transferido a dichos monasterios para continuar/ allí su vida contemplativc1 y de oración, porque no haría más que obedecer a las mismas leyes en un lugar distinto. Por tanto, tratándose de religiosos se han de considerar los casos concre– tos. De todos modos, si alguno, aun de los Institutos misioneros, no se siente llamado por Dios y experimenta repugnancia y dificultades notables, no debe ser mandado, porque no daría buenos resultados. La persona así enviada se consideraría como castigada, y poco o nada trabajaría por la prosperidad de la Misión. No se trabaja cuando no hay amor; no hay amor cuando no s'e aprecia o no se quiere una cosa. La persona será quizá responsable delante de Dios por no corresponder o aceptar sus providenciales destinos; pero, si la situación y las condicion~ del sujeto no cambian, será un perjuicio a la misma Misión. 3. Los seglares.-¿Necesitan los seglares una vocac1on especial para ser misioneros auxiliares? Entendemos por misioneros seglares los que viven en el mundo sin ningún vínculo de vida religiosa. Son buenas personas cristianas que quieren prestar sus s•~rvicios a la causa de las Misiones. Si estos tales, hombres o mujeres, solos o en grupos, con sus familiares o sin ellos, se ausentan de la patria, o aun en la misma, siendo territorio de l\Hsión, s'ej consagran al servicio de las Misiones como auxiliares, catequistas, maestros, médicos, artesanos, etc., en general se puede decir que tienen una vocación especial misionera. La razón es porque obran de una manera sobre– humana, superior al común obrar de los hombres; tienen que vencer general– mente no pocas dificultades y sacrificar no sólo sus int'ereses, sino que tam– bién consagran sus personas y sus actividades al bien de una Misión deter– minada. Esos sacrificios por Dios, por la Iglesia y por las almas salen de la esfera ordinaria de obrar df> los cris~ianos. Necesitan gracias esp'eciales, auxi– lios proporcionados ... , llamamientos singulares. Esos impulsos y determina– ciones especiales exigen una verdadera vocación mision'era. Luego para ser misioneros auténticos en el sentido estricto de la palabra, ya sean sacerdotes, religiosos, religiosas, s'eglares, hombres o mujeres, necesitan una vocación es– pecial, es decir, que: tengan propensión, inclinación, deseos para consagrarse a los fines verdaderos de las rvlisiones; que sean idóneos para s'er enviados; que posean las cualidades y aptitudes necesarias; que procedan con recta in– tención; que s'ean llamados por Dios, y que la autoridad competente oficial– mente los destine al campo' misional para consagrarse al apostolado y trabajar según su categoría. Trabajemos, pues, para suscitar vocaciones mision'eras idóneas y bien pre– paradas a fin de que el S'eñor las mande a recoger las mieses copiosas ya maduras para la recolección.
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