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158 P. PÍO DE MONDREGMsES especiales y proporcionadas; Luego la vocación. o sea la llamada de Dios para ese fin específico y con sus gracias esp'eciales y proporcionadas, debe ser tam– bién distinta (43). Si consideramos la empresa misionera, no sólo por su finalidad objetiva, sino también en cuanto se refiere al agente qu'e debe re<1lizarla, nos encon– tramos con un conjunto de circunstancias individuales, familiares y sociales que exigen en los sacerdotes misioneros alguna cosa 1mís y diferente de lo ordinario (44). Salir del medio ambiente de la familia. de la nación, de la vida conventual, de la vida cristiana, donde la Iglesia 'está plenamente organizada y con abundancia de medios; del ambiente humano civilizado, y vencer otras muchas cosas inherentes a la vida del misionero, constituye, per se aliquid arduum, algo qu•e sale de la vida ordinaria y supone una superioridad moral. Luego supone gracias espociales para vencer ese quid ardzwm et sinyulare La fuerza para vencer todas esas dificultades que supera111 las comunes <l'e los sacerdotes diocesanos procede de la gracia especial de la vocación misionera por la cual Dios llama y da las gracias nec'esarias pma triunfar. Si no se quiere hablar de vocación especial misionera no se puede menos de admitir en el sacerdote misionero un impulso, una tend'encia, una gracia sobrenatural particular que le impele a ir a las l\tlisiones. El sacerdote m1s10- nero quiere servir a Dios .l?:n el modo al cual se siente. inclinado por razones de orden sobrenatural. Eso, con otras palabras, es substancialmente tener vo– cación especial distinta de la de otro sacerdote que no ti'ene esos deseos ni sentimientos ni aspiraciones, sino que se contenta con cumplir tranquilamente sus deberes parroquiales 'en la diócesis¡ donde se ordenó (45). Para ser auténtico misionero no bastan la propensión interna, los deseos ardientes del aspirante, aunque éstos procedan del llamamiento divino: es n'e– cesaria la vocación externa o canónica, el envío oficial de la Iglesia. Para todo misionero sacerdote, r'eligioso y seglar se necesita la elección y el envío de la competente autoridad eclesiástica o religiosa. El llamamiento jerárquico del misionero es el que manifiesta o confirma el llamami'ento de Dios. Como ninguno puede ascender al sacerdocio si no es llamado oficialmente por el prelado competente, del mismo modo ninguno puede decir con verdad que es m1s10nero auténtico si no recibe el mandato de la jerarquía que obra por sí o por sus delegados. Ahora bien, sabemos que unos reciben la vocac1on externa o canoruca, otros no. Lu'ego los que no la reciben no pueden llamarse con propiedad mi– sioneros que trabajan en tierra de infieles o acatólicos, aunque tengan mucho celo por las almas y por la dilataciónl de la Iglesia. Tendrán quizá mucho es– píritu misionero, colaborarán con todas sus fuerzas, darán cuanto tienen y a si mismos por las Misiones, p'ero de hecho canónicamente no son misioneros oficiales. (4:l) ('f. VA:\"ZI:\", Y.(;., 1Yas<'c un 111issi01wrio, pág. ::5, Parma, l!l4:L (44) ('f. :i.\L\LE:\"Fs\l'.T, Ln roeation missio1111aire... ea¡,. II, púgs. 11-70. (45) Dice Pl P. P1mB.\L: "f.a cliiamata di I>io, la Pocazio11e, riserrfomolci nel nos/ro linouaggio z¡er tutto que/lo che 1\ oagetto dil"i110, consigli, vitn z¡iil perfecta, a.ttirit,"t z¡iü alta, ¡mrche ta.le or,aetto vrcsenti caratteri speC'ifici z¡ropri, capaci di disti11g11erlo da cid che si lawiff pe,· assicnrarselo o da l'ib che si sra rta pe,· f¡ire fo propria scclta". üb. ri't. en el J'ens. Jliss., l(M2, tomo XIV, púg. :ioo; Y.1:\"zr:s;, op. cit., págs. 4\J.-5ü.
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