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PROBLEMAS MISIONALES 5 bajo la inspiración y la mano de un Murillo para pintar una Inmaculada in– compdrable. El joven que explaya su imaginación en nuevos y desconocidos horizont•es, que clava su mirada en sublimes y grandiosos ideales de conquistas salvado– ras, qt1e siente en Sll conciencia el mandato de Cristo qt1'C dice: id por todo el nmndo ¡¡ predicad c:l Evangelio a toda criatura, nec'esita t1n sabio maestro que le enseñe, un guía experto que le dirija y un artista genial que grabe en d la imagen viva y v'erdadera del misionero católico. La educación misionera influirá poderosamente en su modo de pensar, ha– blar y obrar. pues sabido es que la educación dirige el espíritu y va formando paulatinamente las grandes dir'cctivas de la acción y del porvenir de los indi– viduos y colectividades. Pero para obtener esos resultados eficaces y perma– nentes se necesita una preparació1 larga, s'eria, racional y profunda. Ahora bien, ¿cuántos y cuáles son los conventos y Seminarios donde la formación científico-misional constitt1ye una parte integrante y obligatoria de st1 programa de estudios? ¿En cuántos c'entros se han erigido cátedras que funcionen con regularidad? ¿Qu(, profesorado s:lecto. especialista y técnico se ha formado para desempeñarlas con dignidad y a la altura que requieren los grandes problemas actuah::s en las diversas ramificaciones de la ciencia misional? Reconocernos, es verdad, que aluo s','. ha hecho en este punto, pt1es se dan lecciones de l'vlísionología en una media docena de Seminarios y en aluu– nas casas religiosas: pero es muy poco todavía. Se necesita extenderla, com– pletarla y organizarla; darle t1na orientación fija, decisiva, s'eria y sistemá– tica, teniendo en cuenta las tendencias y exigencias científicas de la época. De lo contrario, saldrim la generalidad d'c los alumnos. ,am aquellos r,ue se sienten con vocación misionera, sin preparativos ni bagaje científico-misio– nal. ,\ muchos quizú se les mande a misiones sin haber abierto un libro , le Misionología, sin conoc'er lo que comprende esta ciencia; ignorantes de sus principios, bases, conse.cuencias, aplicaciones, etc, etc. Al terminar la carrera podrún preguntarse muchos: ¿Qué haría yo si me enviaran ahora a misiones? ¿Ct',m.o desplegaría mi actividad y mi cdo entre los infiel'es? ¿Cómo cumpliría con toda la extensión de mi misión? Y si no existe tod;wia, ¿cómo me arrc– glarf· para, fundarla? Un buen número de sacerdotes y clérigos no sabrán res– pon<l'cr, aJPcuadamente 1J con conocimiento de causa, a eftas o semejantes preguntas. Con toda su buena voluntad y ardientes deseos de salvar almas, se expondrían mt1chas veces al fracaso, o, a lo menos, obtendrían menguados resultados, por falta de la debida educacil';n misionera, sine consilio ex•eunt in prceiiwn. La necesidad ele la ciencia misional fué ya claramente indicada por el So– berano Pontífice en la inauguración de la Exposición Vaticana, el día 21 de dici'embre de 1924. ''I--Iemos querido---dice- -que el conjunto magnifico de las misiones, de esta obra verdaderamente divina, esté como iluminado por t1na luz única que revele, no solamente la belleza, sino también los más delicados pormenores. Por 'esta razón Nos hemos deseado que la parte científica, geo– gráfica, médica y literaria de las misiones ocupe un lt1gar importante, porque es siempr,e la región de las ideas, de donde descienden las grandes directivas de la acción. Vivimos en unos tiempos• en los que más que nunca sel ha mani– festado que todos los heroísmos y todos los sacrificios inherentes a la vida

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