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118 P. PÍO DE MONDREGA.NES les no tienen el oficio de plantar la civilización específicamente europea en las tierras de Misión, sino de hacer que aqu•ellos pueblos que se enorgullecen de culturas milenarias queden preparados para acoger y asimilarse los elemen– tos de la vida y de las costumbres cristianas, que fiicil y naturalmente con– cuerdan con toda sana civilización. Los católicos indígenas deben ser verda– deramente miembros de la familia de Dios y ciudadanos de su reino, sin dejar de permanecer cuidaclanos de su patria terrena. El trabajo misionero tiene por fin dar a las Iv'Iisiones una institución no extranjera, sino propia del país; de aquí el principio que la índole, las tradiciones y las costumbres nativas deben permanecer invioladas en cuanto son conciliables con la ley divina" ( 41). Re– comi'enda a los misioneros que aprendan las lenguas, principalmente las que serán necesarias en el lugar donde evangelicen. Alaba también los progresos del arte sacro indígena. Igualmente alaba los progresos hechos en el campo musical y Icen la adaptación de las melodías indígenas a la piedad y a la lí– turgia (42). El clero local.--Uno de los problemas rms1oneros más in,portantes es la formación del clero local o indígena. Es claro_ que en una región no se puede plantar la Iglesia de modo estable y permanente si no tiene un clero nativo del lugar suficiente en número y capacidad. Pío XII, en una exhortación al clero indígena en 1948, decía: "Las Misiones católicas, gracias al esfuerzo vigoroso y prolongado de los apóstoles de Cristo, han llegado ya en numero– sos territorios a un feliz desarrollo y se ~ncuentran ya cercanas al alcance del fin que les es propio: establecer sólidamente la Iglesia en nuevas tierras, de modo que 'ella sea capaz, habiendo echado profundas raíces, de vivir en modo autónomo, sin el auxilio de sncerdotes exlranjerns. Sed, pues, amadísi– mos hijos, vosotros, que estáis dispersos por todas las regiones del mundo, el espléndido testimonio d•e que la Iglesia es una y universal" (43). En la Summi Pontificatús dice: "La Iglesia consagra sus cuidados a: for– mar un elevado clero indígena y a aumentar gradualmente las filas de los obispos indígenas. A fin de dar a estas nuestras intenciones una expresión exterior he escogido la fiesta de Cristo Rey para elevar a la dignidad episco– pal doce repr'esentantes de los más diversos pueblos y estirpes" (44). Y en la Encíclica Cupi11111s imprimís a los fieles de China, en 1952, dice: "Los misioneros de las naciones extranjeras son invitados a ir en medio de vosotros sólo por este motivo, para que proV'enn a lns inmensas necesidades de vuestra gente en lo que se refiere a la religión cristianai y lleven su ayuda al clero indígena, que numéricam'ente es todavía insuficiente a las mismas, ne~ cesidades. Por esto apenas esta Sede Apostólica ha tenido la posibilidad de confiar vuestras diócesis a obispos que fueran vuestros concuidadanos lo ha hecho con mucho gusto" (45). (41) 1l. A. S., 1D44, torno ;;(;, l)Úg. 210. (42), Jlusieae Barrar, _-t. J. Fi., rn;-;ü, tomo 48, v:ígR. 22-2:l. U:l) A. A. 8., lll48, tomo 40, púgs. ;¡74_;;70, (,!4) _t, A. '"·, 1.9::H, tomo :n, púgs. 4ü4-4fJ;í. /4fi) A. A. ¡.; .• 1Dfi2, torno 44, púg. 155.
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