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PROBLEMAS MISIONALES 117 la Iglesia católica, cualquiera que sea su origen y lengua, deben saber que tienen igual derecho que los hijos de la casa del Señor" (35). En la Evange/ii Praecones se lee: "Ha sido siempre norma sapientísima, seguida desde los principios de la Iglesia, que el Evang'elio no deba destruir lo que sea bueno, honesto y hermoso en la índole y en bs costumbres de !os pueblos que lo han abrazado. La Igl•esia, conduciendo los pueblos a una civi~ lización más elevada, bajo el influjo de la religión cristiana, no se comporta como el que destruye una selva lujuriante sin alguna distinción, sino más bien injertar nuevas y sanas púas en viejos troncos. La Igk:sia no desprecia ni re– chaza completamente el pensamiento pagano, sino mas bien, después de ha– berle purificado de todo error y escoria, lo completa y p'erfecciona con la sabiduría cristiana" (36). En el discurso dirigido a los historiadores en 1955 añade: "La Iglesia ca– tólica no se identifica con ninguna cultura; no le está permitido por su misma esencia. Ella, sin embargo, 'está dispuesta a conservar relaciones con todas las culturas. Reconoce y deja subsistir todo lo que en ellas no se opone a su naturaleza. Pero en cada una de ellas introduce la verdad, y la gracia de }'esús confiere a ellas una semejanza profunda" (37 J. En la Evangelii Praecones escribe: "El misionero d'ebe considerar como una seg,unda patria y amar con 1 debido amor aquella región a laº cual lleva la luz del Evangelio y, por tanto, no busca compensación en lo que está ligado a su nación" (38). La Iglesia es ind•ependiente de la política interna de la nación. En la Cu– pimus imprimis leemos: "La Iglesia no llama a sí un solo pueblo, una única nación, sino que ama las gentes de cualquier estirpe con el amor sobrenatural de Cristo, que debe reunir al todos como hermanos. Por esto ninguno puede afirmar que ella está al servicio de una potencia particular" (39). En la carta dirigida al prefecto de Propagnnda Fide Perlibenti quidem es– cribe: "La Igh:sia no pretende apoderarse del mando en cosas meramente tem– porales, pero está inflamada de la única ansia de poder ofrecer la suprema luz de la fe a todas las gentes y de promove'r la civilización humana y la fraterna concordia entre los pu•eblos" (40). Los misioneros no son agentes políticos de la propia patria, no pretenden colonizar para su país. La finalidad de las lVIisiones es predicar el Evangelio a toda criatura y de plantar la Iglesia en todas part'es. Si en\ el pasado alguno abusó de sus poderes no fué por mandato o consejo de la Iglesia, la cual siempre fué opuesta a esas corrientes. Por tanto, ningún nacionaHsmo ni colonialismo puede justamente rechazar a los misioneros como peligrosos contra la propia nación, ni como mensajeros políticos, ni como dominadores temporales. La religión cristiana no es ex~ tranjera en ninguna parte. En un discurso de 1944 indica el modo de obrar de los misioneros, los cua- (:lf,) A. A. S., w:m, tomo :n, púgs. 428-42.H. (:fü) A. A. N., 1D51, tomo -1:l, págs. 521-522. (:l,) A. A. 8., Hl55, tomo 47, púg. 681. (:l8) A. A. 8., Hl51, tomo 4;;, vág. 506. (:m) A. A. ¡-.:., 1H52, tomo 44, púg. 155. (40) A. A. S., 1H50, tomo 42, púg. 727.
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