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110 P. PÍO DE MOc;DRE(;A;-.;Es Melchor Sampedro, con 23 mártires del Tonkín (1951); a la Beata María Asunción Pallotta, misionera franciscana en China (1954); al Beato Juan Mar– tín Moye, misionero en China (1954); a San Pedro Luis Clian'el. mártir en Oceanía (1954); a los Beatos Ignacio Magín, Pablo Denn, Pedro Tohou, Ana \.Vang y 52 compañeros mártires chinos (1955). Esta es una propaganda eficaz que estimula a los misioneros y a los fieles a dar su vida por la fe. La sangre d•e cristianos es una semilla (1). "Cuanto más nos cortéis más nos multiplicaremos" (2). Los Santos y Beatos, además de ser modelos de heroísmos, son también int'ercesores ante Dios por las naciones que lavaron con su sangre. Diplomacia misionera.-Pio XII, por su carrera, por sus dotes personales y por sus aGtuaciones, es considerado como un gran Pontífice diplomático. Con fina táctica supo ganarse la benevolencia de los pobres y de los ricos, de los humildes y de los nobles, de lo~ católicos y no católicos. Por su auto– ridad moral. por su cultura, por su dominio sobre las lenguas, las ciencias y las artes, se imponía 'en seguida a todos los que le veían de cerca. Durante la tremenda guerra trabajó lo indecible con unos y con otros pma defender los derechos humanos y establecer la paz sobre la sólida base de la justicia y d•el derecho. Libró a muchos judíos, injustamente perseguidos, de la muerte. Sin distinción de religión, de ra.i:as ni de continentes acogía a todos con paternal afecto, deseando y procurando el bienestar de toda la fa– milia humana. Hizo todos los esfu•erzos posibles péira librar a Roma de ia destrucción y de la ruina que la amenazaba, y todos los romanos y católicos le aclamamos el Defensor civitatis. Durante su pontificado, y a pesar de situaciones muy difíciles, la Santa Sede estableció relaciones diplomáticas con muchos Estados, aun fuera del campo católico. Actualmente tienen representantes ante el Vaticano los si– g,uientes países de Misión: Japón, China, Filipinas, Líbano, Egipto, Etiopía, Finlandia, India, Indonesia, Irán, Pakistán y Siria. Además de estas 1'elaciones oficiales con esos países de Misión el Papa Pacelli recibía en audienda y se ponía en contacto con hombres y autorida– des de todas las categorías y creencias, como Pandit Nehru, el sha de Persia, la 'emperatriz de Annam, el rey del Congo, Pedro VII, el maharajá de Mysore, el príncipe Maisur de Africa, ministros plenipotenciarios del Japón y el prín– cipe heredero, embajadores dcl Líbano y de Egipto, presidente de la Liga Is– lámica y otros muchos p'ersonajes que sería prolijo enumerar. Así adquirió para su persona y para la Sede de Pedro admiración, simpatía y prestigio. En las intervenciones políticas y en situaciones difíciles procuraba incul– car siempre la paz, el respeto a la persona humana, la mutua convivencia, '21 orden y la justicia. Su lema eran las palabras del profeta Isaías: Opus iusti– tiae pax (3). Podemos afirmar que este Pontífice de la Paz ejerció una influencia ex- (1) Tnn n., A 1ioloy., 30; J'. L., I, GO::. (2) Jbíd. (::) XXXII, 17.

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