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100 P. PÍO DE MONDREGANES numcos españoles J·erónimo Hermosilla y Valentín de Berriochoa, con otros cinco dominicos y un catequista tonquinensc. Fueron beatificados el 2 de mayo de 1909 Francisco de Capillas, O. P.; Teodoro Cucnot, obispo; Teófa– no Vénard, Juan Pedro Neel. Francisco Néron y sus 29 compañeros mártires en China, Indochina y Annam. S•e introdujeron las causas de beatificación/ de Justino de Jacobis, lazarista, obispo de Nilopolis (-¡- 31 de julio de 1860); de José de Carabantes, capuchi– no mision'ero en Venezuela (í 11 de abril de 1694); Carlos Louanga, Matías Mourumba y sus 20 compañeros mártires de Uganda (1885-1887); Miguel Le Nobletz, sac'erdote misionero de Quimper (¡- 5 de mayo de 1652); Teresita del Niño Jesús, carmelita (·j· 30 de septiembre de 1897). Con la elevación a los altares de los santos y beatos misioneros, que he– roicamente dieron su vida por la propagación de la fe, se suscitaron nuevas vocaciones misioneras y se estimularon los operarios evnngélicos a continuar en sus empresas por la difusión del reino de Cristo. Los \ejemplos arrastran. Pío X Y FL ÜRIENTE CRISTIANO. Manifestó sus sentimientos acerca del Oriente cristiano en la magnífica alocución que dirigió a los orientales residentes o forasteros en Roma el 13 de febrero de 1908 con ocasión del XV centenario d•el gran padre de la Iglesia San Juall! Crisóstomo. Entre otras cosas les decía: Alégranos sobremanera veros aquí reunidos, dando con esto una nueva prueba de vuestra adhesión y obediencia a la Iglesia católica ¡¡ a la fe apo.5tólica, y de perfecta confor– midad con fo doctrina de Cristo, de la cual aquella es depositaria. Dios haga que, así como os abrazamos a todos VQSOtros en la caridad de Cristo, poda– mos hacer otro tanto con los hermanos e hijos nuestros que se mantienen ale– jados de la unidad salvadora. Porque os confesamos que nos es gratísimo recordar las glorias y méritos incomparables que registra el Oriente. Allí f ué la cuna de n11,estrn redención, de su suelo brolaron las primicias del cristia– nismo y manó, a manera de río copiosísimo, el caudal del Nuevo Testamen– to, q11c vino a fortificar las áridas tierras del Occidentf'i latino. Llena al mun– do la fama de aquellos ilustres orientales que, inspirados por el genio del catolicismo, nos asombraron con su sabiduría y santidad, legándonos la, gloria ímper·ecedern de sus obras. Lo cual nos hace dEisear ardientemente ver el día en que todo el Oriente rejuPc11ezca legítimamente las grandezas de antaño y se destruyan por completo los fa/sos conci:ptos y lamentables prejuicios que dieron lugar al doloroso rompimiento (22). Consiguió en 1909 la celebración de un Concilio o Síruodo grecomelquita del Asia Menor, anhelado ya de León XIII. Envió en 1911 un visitador a Siria para orillar ciertas dificultades que se habían presentado en la Iglesia armena. Presidió el primer Concilio, de la Iglesia Ork:ntal en Roma, del 15 de octubre al 10 de diciembre de 1911, poniendo término a largas discusiones tenidas en su seno. Recibió con gozo al patriarca copto Cirillo Macario el 9 de marzo de 1912. Animó a la fundación de la revista Roma y Oriente. Conce– dió a los griegos unidos de Constantinopla un obispo elegido de su propio (22) l'f. B.~tudios Franciscanos, 1\)14, tomo XIII, púgs. ~lG0-366.

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