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En la ciencia En las ciencias, después que en 1564 se constituyeron en todas las provincias escuelas teológicas, los Capu– chinos continuaron las antiguas tradiciones de la Orden. Se ha seguido con prer1ikcd<'m la doctrina de San Buenaventura quien tal Yez.ha tenido su mejor comen– tarista en el capuchino español Calatayi;,l, llamado ordinariamenre Trigns us. Son dignos r1e mención lo~ teóíogos, moralistas y escrituristas siguientes : Tricassi– nus, Foresto, Córdoba, Torrecilla, Leandro de l\Iurcia, Bassaeus, Cabrera, Coriolano, Boverio, Charmes de Be– netis, Corella, Jlulsano, (;orizia, Varceno, Seden, l'ico– nio, Hetzenaner, etc., etc. Entre los trata(listas y maestros ele la vida e3piri– tua1, citemos a Fuente la Peña, I, Í(]oro ele León, Ga~par de Viana, Agnstín ele Zamora, Hcmorato de Champig– ny, José de TremblaY, C,tyetano ck Bt'. 0 rgamo, i\fartín de Cochem, Ambrosio de Lombez, Ludovico de Besse, etcétera. Entre los modernos canonisü:s y altos dignatarios de la Iglesia serán de memoria penlarable el P. Piat de l\fons, el Cardenal \~iYes (m. 1913) y el Arzobispo Sa– badel (Pío de Langogne (111. 1914). En todas las Provincias de la Orden existen los co– rrespondientes co11ye11tos de estudios eclesiásticos y en 1908 fundó en Roma un Colegio internacional para los religiosos que deben ampliarlos o tomar los grados académicos. En la actualidad, además, los Capuchinos redactan más rle 200 publicaciones pe,ióclicas. Con todo, la ciencia, para los hijos de San Francisco no es un fin, si no qnc es un medio de apostolado. San Francisco sns hijos han amado la ciencia, pero el ideal que a ella lle\·aba 110 era saber por saber, sino saber para t1mar y ser apástoles. San Buenaventura definió claramente el carácter de la ciencia franciscana compa• rándolo con el de la dominicana: «1Jnos, escribe (o sea los FF. Dominicos) buscan ante toclo la especulación .r luego la unción; los otros (o sea los Menores) buscan primero la unción y luego la especulación. ¡ Y ojalá que