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- II - Fueron, además, el sostén de la potestad pontificia ante el feudalismo seglar y eclesiástico, por lo cual ya desde el principio el Papa se rodeó de Frailes Menores como capellanes, predicadores, penitenciarios y legados suyos. En el mismo siglo XIII ascendían ya a 162 los Menores ele-vados a las dignidades eclesiásticas. En las Cruzadas últimas, en la unión de los griegos, en la defensa de los derechos ele la Iglesia contra el Imperio, en la sah-agnardia de las libertades populares y, sobre todo, en el renovar la piedad e intensificar la vida espi– ritual de los pueblos, los Frailes Menores, según es universalmente reconocido, tuvieron el más vasto y de– cisivo influjo. Entre los primitivos grandes representantes de la espiritualidad franciscana deben citarse San Buenaven– tura, Ramón Lull, Juan de Canlibns (autor de las Me– ditaciones de la 'Vida de Cristo), Davicl de Ausburgo (autor del Tratado de la composición del hombre exte– rior e inierior), Jaime de Milán (autor del Aguijón de amor), etc. Misiones entre infieles Las Misiones entre infieles entraban de lleno en el apostolado frnnci~cano. El ejemplo lo dió el Seráfico Padre. Desde 1236 los Santos Lugares de Tierra Santa están bajo la custodia de los hijos de San Francisco. Unos dos mil frailes han sido allí martirizados ; con todo, desde hace siete siglos continúan siendo el baluar– te del Catolicismo, mientras conservan el eco de los últi– mos Cruzados... En Albania y Montenegro los Frailes Menores fun– daron sus misiones en 1240. En 1402 contaba el Papa Bonifacio IX e11 la Bosnia unos 50,000 infieles conver– tidos por los Menor<.'-"· Lo mismo sucedió en los demás países balkánicos, y aun entre las misiones organizadas para conseguir la evangelización de los árabes de Es– paña. Recuérdese el celo ardiente del Beato Ramón Lull, el gran impulsor de las misiones africanas. Éstas, ya en el siglo xrn se extendían desde Marruecos hasta

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