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-8- En 1212, fundó con Santa Clara de Asís la Segunda Orden. Después de evangelizar con sus discípulos varias re– giones de Italia quiso llevar su apostolado más allá de su patria. De r2r3 a r2r4 pasó San Francisco por España con intención de trasladarse luego a Marruecos. En r2r5 volvió a Roma con ocasión del Concilio de Letrán, en cuyo tiempo estrechó íntima amistad con Santo Domingo. Poco después murió Inocencio III en Perusa, donde se hallaba S. Francisco, ascendiendo a la cátedra de San Pedro en r2r6, Honorio III, quien conce– dió al Seráfico Padre el jubileo de la Porciúncula. Crecía la Orden y aumentaba en S. Francisco el deseo de salvar y vivificar almas. Celebró Capítulo en 1217, dividiendo la falange de sus frailes en varias Provincias. Envió misiones a Oriente, Francia, España, Alemania y Hun– gría. En 1219 mandó otro grupo a Marruecos y él se dirigió a Oriente a predicar la fe. A su retorno, con ayuda del Cardenal Hugolino (luego Gregorio IX) re– organizó la Orden, publicando en 1221 una Regla más amplia. Por este mismo tiempo fundó la Orden Tercera de Penitencia. Poco después se retiró a Fonte Colombo para componer la Regla definitiva que fué aprobada por Honorio III. Los dos últimos años de su vida los pasó torturado por las enfermedades, macerado como estaba por la austeridad y el amor de Cristo que le henchía el alma. El ápice de su dolor de amor lo halló en el Monte La Yerna, en septiembre de 1224, cuando recibió del Señor las sagradas llagas. Pasó algunos meses en San Damián, casi ciego y trucidado, y allí compuso el dulcí– simo Cántico del sol. En 1226 volvió a su patria. Desde el lecho de muerte escribió algunas cartas aromadas de divinas ternuras y su magnífico testamento. Luego esperó a la hermana muerte y cantando la recibió. Su tránsito fué en el sá– bado 3 de octubre de 1226. El día 16 ele julio de 1228, Gregorio IX, lo elevó a los altares y comenzó a edificar en su honor la basílica de Asís donde fueron trasladadas sus reliquias en 1230.