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ME ALEJO DEL SANTUARIO. VUELVO ] Al despuntar el día, después de un lar– go viaje, subo cansado al Convento del Santo Cristo. Pesan sobre mí horas de tren, pero más todavía, el dolor en mi alma: una nube, un contratiempo la tortura. Es un dos de febrero. La Candelaria. Ya en mi habitación, junto a la Iglesia, quiero descansar. Pero enseguida oigo la suave melodía gregoriana: "Lumen ad revelatio– nem gentium.. ." Luz para alumbrar a las naciones ... Al evocar la escena del anciano Simeón, que nos recuerda esa fecha, siento pro– fundo alivio. Y penetrando en mi espíritu su figura, transmutada en expectación, re– flejo en el papel su sentimiento. -64-

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