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HA LLEGADO EL OTOÑO. Las ma– nos del viento aca– rician y traicionan al verdor de las ra– mas. Van sembran– do en los árboles , una fiebre amarilla P para que sus ho- jas, débiles y enfermas, queden prendidas en la cruel– dad de sus dedos. Luego, con desprecio, las irá sa– cudiendo hasta el fango. El pinar y las encinas que bordean el Convento, son inmunes. Otro árbol también: una magnolia del jardín. La que abrió en primavera flores grandes con vestido blanco. Resiste siempre al viento del otoño. Sabe defen– derse. Bebe savia pura que da vigor a su fronda. Y aguanta, vigilante, en ansias de un florecer continuo. Arbol de la juventud, prueba la savia de Cristo. Cuida tus hojas y flores. Pon en guardia tu vida ante cualquier viento de pasión tirana. Ya dijo el Maestro: "Dichosos los de puro corazón", los humildes, por– que a la luz de Dios, vigilan confiados. Y en la cruz de su dolor florecerá por fin amor eterno. -34-

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