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Vale la pena dedi– car nuestra existen– cia a interpretar la palabra de Dios, ese mensaje de alegría, en nuestro quehacer diario. Permaneciendo sen– si bles al testimonio exterior y profundo que Dios Creador da de sí mismo con el sello de su obra, po– demos conseguirlo. Por eso, hablando de sus indios, decía un misionero: "Trato de descu– brir a los ojos de esta gente la perfecta coincidencia de la Palabra de Dios que, desde siempre, ilumina a todo hombre, con la escrita en los Códices Sa– grados". Convirtamos, pues, la vida en himno a su PALABRA. - 24 -