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El libro nos lleva al único tema de verdad grande, que es Dios. Pero en realidad parece no intentarlo, sino que lo hace al estilo de San Francisco de Asís, con sólo men– cionar seres menores, como pan: "Te abrazo, mi Dios. Te como, mi Pan. ¡Pan de mi Belén! ¡Belén de mi Pan!". (Pág. 55). La yedra, el lirio: "Lirio que sientes llorar..." (Pág. 29). apto para música nueva; los pinos, las encinas, el monte sosegado, la sierra, el rumor de la ciudad remota, es de– cir: DESDE LA ERMITA. Ella sugiere el recogimiento, la descontaminación, la plegaria, la experiencia de nues– tro yo, la invitación a lo que de mejor hay en nosotros: la oportunidad del encuentro con Dios, aún en medio de inquietudes, sueños semifrustrados y amores. El seguimiento inmediato de Cristo y de su Iglesia, la vocación religiosa, misionera y sacerdotal surge y se cul– tiva en este Santuario. San Francisco invita a seguir sus huellas seráficas, sus "florecillas" y sus caminos de rigor y peregrinaje, a perfeccionarse en el vivir cristiano, en la ciencia y práctica de los Dogmas y de los Sacramentos y en la aventura sobrenatural de comprender el mundo y evangelizarlo con amor. María, "Madre de la Iglesia", permanece Estrella y "Divina Pastora" para adolescentes y jóvenes de hoy que aspiran a la plenitud y fidelidad de una vocación sagrada. (Págs. 40-43). La subida hacia la ERMITA se puebla de peregrinos, visitantes, gentes que aman el temple del espíritu, el arte, -10-

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