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EL TRABAJO EN LA VIDA FRANCISCANA 61 trabajo hay que dar primacía al hombre, a todos los hombres y poner las cosas a su servicio y no al revés 20 • Jesús de Nazaret, punto de partida y de referencia en nuestra fe, participó plenamente en la realidad del trabajo, asumió sus valores y luchó contra los riesgos que veremos inmediatamente. Resucitado sigue trabajando en la construcción del hombre y del mundo. La Gaudium et Spes recoge perfectamente toda esta actividad de Jesús diciendo: «El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí mismo. El es quien nos revela que Dios es amor (lJn 4, 8), a la vez que nos enseüa que la ley fundamenta! de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor... Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también con este deseo aque– llos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin» (n. 38). Pero también la Biblia nos señala los riesgos y las ambivalencias del trabajo, que tienen su origen en el pecado y en el egoísmo que están siempre al acecho de la actividad del hombre. Los principales riesgos son: l.º la deshumanización. Esta se produce siempre que el trabajo o los bienes producidos por él se convierten en algo absoluto en la vida del hombre. Contra este riesgo nos previene la Palabra de Dios en muchos lugares: «¿De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Le 9, 25)»; «buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana ... » Mt 6, 25-33). Y no es que nuestra fe cris– tiana nos prohíba la sana preocupación, lo que prohíbe es el afán exce– sivo, el ser esclavo del trabajo; 2.º la explotación del prójimo. Otro gran riesgo descubierto en la Palabra de Dios. El trabajo puede llevar a los hombres a la violencia, a la injusticia, a la arbitrariedad, etc. El A.T. nos habla de labradores esquilmados por el impuesto (Am 5, 11), obreros privados de su salario (Jr 22, 13), poblaciones sometidas a prestaciones forzadas por un gobierno 2n Lorn1-L0NGA, o. c., P. 6ss, amplía estos mismos conceptos con textos de la Sa– grada Escritura.

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