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pregunta de lo que esencialmente constituye la santidad, que son las virtudes tanto teologales, quanto religiosas y morales, le res– pondo que todas se las observé siempre practicar, no en el uso común, sino en el más heróico: debiendo decir, que en las muchas y largas temporadas que estuve con el Padre, que comí con él, que caminé... siempre le hallé el mismo hombre, y el mismo en las virtudes, y es de advertir, que especialmente al principio de tratarlo observaba con prolijidad sus acciones, ya para ver si podía fondear su interí01; ya para tener más ocasiones de alabar a Dios en su Siervo.. . ¡Que humildad tan heróica observé siempre en él! Ya estaba muy achacoso, y apenas se dis– pensaba algo de sus abstinencias, rigores y penitencias, sobre que varías veces le hablé con aspereza; observé que en los caminos que hicimos juntos, siempre ponía el pie en lo peor. Estando en nues– tro convento de Cannona, su habitación de noche, no era otra que el coro. Sucedió varias veces, yendo al púlpito lleno de susto, tomanne la mano, y decirme con grande aflicción de su espíritu: no sé que he de predicar, dígame V de qué he de hablar. Yo le res– pondía: ponga este texto, y predique sobre este asunto: y lo desem– peñaba con asombro de todos. En la fortaleza, que es un don del Espíritu Santo, lo hallé en extremo grande... de esto faí muchas ocasiones testigo, particulannente algunas a que tuvo que resistir por escrito... En todas las demás virtudes le hallé constante, igual y de una solidez de lo que en estos miserables tiempos se halla poco''. (3) Y en carta a otra persona, este mismo P. González dice: "En las temporadas que estuve con el Padre le hallé siempre (3) Ibídem 188-189. 4

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