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en cuando tiene que imponerle que afloje sus penitencias y cuide su salud, para poder cumplir con su papel de misionero. La razón de muchas de estas prácticas está en la consideración de su indignidad a la hora de poder predicar dignamente la Palabra de Dios, por lo que intenta alcanzar misericordia, no para sí, sino para el fruto de la misión para la que se prepara. Con roda, aunque lo llamativo sean estas expresiones exteriores, el verdadero fondo de la santidad de Fray Diego lo conscituye su voluntad interior de entregarse, sin ningún otro interés, a la voluntad de Dios, marcado temporal y psicológi– camente a partir de su determinación, en el estudio del trata– do de Dios, de no querer otra cosa que aquélla, aunque esta determinación se puede rastrear ya en algunos indicios de su infancia. Los biógrafos, sobre todo los más inmediatos a la vida del Beato, se deshacen en alabanzas y gozan desmenuzando el rosario de todas sus virtudes teologales, morales, cardinales, resaltando principalmente su humildad. Sin duda que tantos honores con los que fue honrado en vida, de tan diversa índole y sobre todo del mundo de las universidades, teniendo conocimiento de cómo fue su infancia en este sentido y cuál era el origen de sus conocimientos, necesitaba esa humildad gigantesca o habría terminado hecho un desastre de haber consentido el más mínimo resquicio de soberbia. Haciendo quizás un inciso, hay que agradecer a todos estos biógrafos - casi todos capuchinos, lo que también es 24

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