BCCCAP00000000000000000000385

argumentos que esgrime el P. Fr. Luis Antonio de Sevilla, pues, además de la razón del consejo de los médicos sobre la bondad del clima de Ronda para la castigada salud de Fray Diego, es el que, como los conventos se convertían en ''lon– jas•: cuando residía en ellos el Beato: se perdía el silencio, el retiro y ni de día ni de noche dejaba de llegar gente a consul– tar, hablar y tratar con el Beato, todos, de una u otra forma, preferían tenerlo lejos. (12) Y digo yo: un hombre que se lo montó tan bien cuando lo desterraron al convento de Casares, por una predicación que tuvo en Sevilla (13), ¿no sería realmente para él una penitencia el estar fuera de los conventos?; ¿no aceptaría por obediencia y sacrificio su perpetua itinerancia?, No conozco referencia alguna suya a este respecto. Pero, sabiendo que su ideal desde la infancia era ser capuchino, misionero y santo, no me sería muy difícil creer que entre su "ser capuchino" no hubiera una gran dosis de identificación con la vida en el convento... ¡Seguro estoy, pues, que vivió fuera del convento contra su voluntad y muy a pesar suyo! Su sentido de la vida fraterna y su gozosa vivencia con los hermanos ¡bien que lo conocemos, al menos de oída, por aquella tesina del P. Arturo (q.e.p.d), sobre el chocolate y el Beato Diego!. Pero también habría que subrayar su espíritu de servicio en las tareas domésticas, -recordemos sus respecti– vas estancias en los conventos de Cabra y Jerez-, o ya, cuando (12) Ibídem, 134 (13) P. Ambrosio de Valencina, oc, 44-57 14

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz