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Serafín de Ardales que ''asistían a su misa los sobredichos Señores, se pagaron de su devota compostura, oían su fervorosa predicación, veían su arreg&.da y edificante vida, y que el Pueblo lo molestaba mucho en la Casa donde estaba; por esto, y por /,a singu&.r conso– lación que sentían en su trato, hallándose en la actualidad con el grande pesar de &. muerte de la única hija que habían tenido, se resuelven los dos Señores a brindarle con su Casa, para cuando hubiese de volver a Ronda, le proporcionan una pieza separada del ruido, le hacen presente la inmediación a la Capilla de la Señora de la Paz, que tanto amaba. Pero a todas estas políticas, y caritativas sinceras ofertas correspondió nuestro Venerable con su muy atenta urbanidad, dando gracias; pero que seria agraviar al caritativo Síndico, que recogía a todos los hermanos Capuchinos. En suma dichos Señores para obtener /,a gracia, y consolación espi– ritual, que con ella esperaban, recurren al M. R. P. Provincial pidiéndo/,e la hospitalidad perpet~a de Fr. Diego José de Cádiz, que concedió con amplias facultades, y a su arbitrio para tener al Padre el tiempo que les acomodase, como así se verificó desde que foe de Quaresmal, y aunque aquel año siguiente murió el citado Don Manuel, continuó su habitación, en dicha Casa, confirmada por los RR. PP. Provinciales, y aun también por el Rmo. Padre General de la Orden, hasta su fallecimiento en ella" ( 11). La cica es larga, pero deja totalmente aclarado este asunto de su residencia en Ronda, la postura del Beato y por qué y en qué medida se realizó de este modo. Lo que no he oído mucho a los críticos de este asunto del Beato es uno de los (11) Ibídem, 17 13

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