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forman capuchinos... " (9). Confiesa arrepentido que durante algunos años de estudiante de Filosofía perdió el tiempo dis– traído en cosas que no eran lo que emprendió a partir del encuentro, en la Teología, con el tema de Dios y sus atribu– tos: dejarlo todo para seguir sólo a Dios. Se deshizo comple– tamente de su voluntad, buscó la humildad más profunda, la pobreza más absoluta, la austeridad y mortificación constan– te, el trabajo sin descanso en el estudio, la predicación, la ora– ción... Cuando la señora de la casa de Ronda, que le hospeda– ba, se le queja de que nunca le pidiera cosa alguna o la soli– citara para algún servicio, le contestó aquello de que él tenía dos criados "sírvete a ti mismo y conténtate con poco" (10). Su trato con la Corte, eclesiásticos y señores que le buscaban, los honores recibidos, la fama que por todas partes le prece– día, le acompañaba y aumentaba después de haberle oído, conocido o tratado, no hicieron en él la menor mella de orgullo, soberbia o vanagloria. Ni siquiera con el hermano o donado que le acompañaban para algunas misiones se sintió distante, antes, al contrario, con frecuencia se sometía a su entena o parecer. Conforme su actividad misionera fue adquiriendo renom– bre y, de todas partes, solicitaban su presencia para oírle o para reformar o incrementar la vida cristiana del pueblo, vivió (9) P. Ambrosio de Valencina, oc, 72. (1 O) P. Fr. Serafín de Ardales, oc, l 8 11

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