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ha sido en nuestra Provincia ideal enarbolado por muchos hermanos, que han conservado y transmitido, a su modo, ese espíritu vocacional recio, fuerte y nada despreciable. Quizá, cuando algunos vienen a nosotros, o bien nosotros mismos nos preguntamos con no excesivo fervor "qué hacemos los capuchinos", tendríamos que tener la audacia de tirar sobre la mesa ese trío de haces de Beato y decir: quieres los tres o te basta con uno. Nuestros tiempos, sm lugar a duda, son otra cosa. La postmodernidad ha traído, como consecuencia lógica de un exceso, el declive cansado y agotado por el esfuerzo inútil y decepcionante. No solamente hay depresión en las personas; también la hay, como consecuencia, en todas las manifesta– ciones sociales, culturales y hasta religiosas. Lo malo del "lightcismo" no es su ligereza o falta de fuerza, sino que encie– rra la manifiesta mentalidad del "laisser fair, l.aisser passer': como cómodo individualismo que lo acepta todo con total indiferencia y, además, para no destacarse y dar la impresión de "demócrata", "tolerante", "progresista" y otras zarandajas de lo políticamente correcto, "comulga con ruedas de moli– no". Es decir, lo contrario a la claridad y exigencia del Evangelio, que fue lo que atrajo, convenció y convirtió en la vida y en la predicación del Beato Diego. ¡El Evangelio sigue siendo hermosa y extraordinario melodía, pero tal vez los músicos de hoy no estemos a la altura de las circunstancias! En la carta que nos ha dirigido el ministro general, John Corriveau, con motivo de este próximo acontecimiento, nos 8
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