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6 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA ficultad la virtud civilizadora del Cristianismo, y, en consecuencia, sa– brán interesarse por los trabajos del obrero apostólico. El Evangelio ha puesto ante el mundo un ideal. Hasta el presente, los pueblos todos que lo han aceptado, han marchado visiblemente hacia un estado moral su– perior. Ahora bien, ¿por qué en adelante no sucederá lo mismo con los pueblos bárbaros a los cuales sea propuest(1 el mismo ideal? El misionero puede también ser de grandísima utilidad a su Patria. No que deba constituirse en un agente político, porque si lo hiciera, ol– vidando su misión, comprometería a la vez las dos causas que trata de servir. Pero no cabe duda que en las colonias de su propia nación es necesario un elemento de moralidad, de educación, de progreso moral y material, que en su seno encierra el Catolicismo. V en los países ex– tranjeros, ¿no puede hacer mucho, muchísimo, por su Patria idolatrada el misionero que sabe conquistarse la estima y el afecto de los indí– genas? Misionero de la Patria, misionero de la civilización, el misionero ca– tólico puede ser también misionero de la ciencia. Puede serlo, y hasta cierto punto, puede exigirse de él que lo sea efectivamente. Verdad es que, como hemos dicho, el objeto primordial del misionero católico es propagar el cristianismo en un país no cristiano, y establecer en medio de un pueblo infiel ese foco de luz, de calor y de moral salubridad que se llama Iglesia católica. Mas para llegar al logro de esta divina misión, necesario es que el obrero apostólico, bajo la sabia dirección del jefe de la Misión, se forme ante todo un plan de campaña, lo cual pide for– zosamente estudio y conocimiento del país y de sus habitantes, de las costumbres, leyes, religiones, idiomas, etc. Este estudio, en manera alguna es extraño al cumplimiento de sus deberes; antes al contrario, le es necesario, y cuanto mejor conozca el campo donde se decide a tra– bajar, menos se expondrá a cometer faltas, a veces irreparables, y ma– yores probabilidades tendrá de feliz éxito en su empresa. Por lo que hace al conocimiento del país, como la Misión ordina– riamente no dispone de medios suficientes ni de abundante personal, se ve imposibilitada de ocupar toda una región. Es, pues, necesario ele– gir, y para elegir han de hacerse por fuerza viajes, estudios, composi– ciones... a fin de establecer los centros de misión, luego las estaciones, después las simples paradas; en fin, una estrategia elemental. Por con– siguiente, hasta por su propia vocación tiene que conocer el misionero la geografía física del país que evangeliza, las vías de comunicación, sus obstáculos, sus bosques, sus montañas, sus desiertos; tiene que estudiar la naturaleza general de los terrenos, darse cuenta de la densidad de la población en tal o cual punto determinado, examinar las relaciones de

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