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RELIGIÓN POPULAR DE LOS CHINOS 75 llas de Confucio. El letrado que en su escuela rinde culto a su idolatra– do Kun-tse (Confucio), irá después de la clase a una pagoda o templo de Fuo (Buda), y allí, ante el dios de bronce; colgará una cadena al cuello de su hijo para que los dioses le libren de todo peligro de en– fermedad y de muerte, y más tarde, el mismo\día tal vez, acudirá con dádivas a los tao-che (taoistas) para que le señalen un día propicio para las bodas de su hijo o para dar sepultura a su padre. A un pagano que se convierte a nuestra religión adorable no hay por qué preguntarle a qué secta religiosa o a cuál de los cultos existentes perteneciera hasta entonces; para salir del paso, un letrado respondería que había sido confucista, y las gentes del pueblo dirían que seguían la religión here– dada de sus antepasados» (1). Hasta el presente, de todos mis convertidos apenas si he podido ob– tener algo que me sirviera de enseñanza o viniera a aumentar mis esca– sos conocimientos en materia de suyo tan interesante. Parece como que estoy oyendo exclamar a los que me leen: ¿pero es que estas doctrinas de Lao tse, Confucio y Buda no forman un cuerpo. no están expresadas en algún sitio... no tienen un credo? A estas cuestiones los discípulos más listos, los sectarios más fervientes no creo que pudieran darnos una res– puesta categórica y favorable. Cada cual practica a ojos cerrados lo que ha visto hacer a sus abuelos. De esta mezcolanza de ideas resulta la facilidad que tienen los chi– nos en admitir las contradicciones más singulares en sus creencias, que forman una como unión mecánica de doctrinas que recíprocamentese combaten. Es difícil, imposible hacer comprender a un chino pagano que dos formas distfotas de la fe se excluyen mutuamente. No entiende él, ni quiere cuidarse para nada de lógicas repugnancias. Adquiere por instinto el don de conciliar las ideas más opuestas, y por una educación especial (¡tan especial!) de su inteligencia, ha llegado a hacerse unir las formas del pensamiento más irreductibles, diríase que como los líquidos se unen por exósmosis y endósmosis. El chino ha elevado la hospitali– dad intelectual y doctrinal a una altura que es el suicidio de la razón y de la fe. Supersticiones chinas. -Esta ausencia de fe religiosa no exime a los chinos de entregarse a mil géneros de supersticiones tan inveteradas, que parece han tomado carta de naturaleza en el corazón de la nación china. V se comprende perfectamente que así sea, porque aun entre los griegos de la antigüedad, cuanto más ruin y frívolo se hacía el sentí- (!) H. J. Leroy. En Chine au The-Ly.-S. E. Une mission d'aprés les Missionnai– res, págs. 103 y siguientes. (Societé de St. Augustin, Bruges-París, 1899).
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