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6S RELIOIO:'iES DOMINANTES l:N CllINA un estado corporal y con necesidades análogas a las de la vida pre– sente. La inmensa mayoría de los chinos cree, con los budistas, en un período de expiación seguido de una reincarnación. Cree en las buenas obras, en la influencia de los méritos adquiridos en la vida actual para las vidas subsiguientes, en una cierta justificación por obras de caridad y de misericordia. Así son los budistas chinos¡ en circunstancias ordinarias ofrecen sus homenajes a diversos espíritus cuya naturaleza desconocen (y para nada les preocupa el conocerla), un poco para obtener su protección y mucho por temor, para que los espíritus no les hagan daño ni ocasionen per– juicios, es decir, para que les dejen vivir en paz. Pero en ocasiones crí– ticas y difíciles, invocan con vivas ansias, con fervor admirable, que fuera de desear en muchos católicos, al lao-tien-ye, el que vive en los cielos, el que todo lo ve y lo sabe, y todo lo juzga, y es padre compa– sivo, sobre el cual los libros guardan silencio, pero cuya existencia la razón y la conciencia testifican de manera indubitable, así como sus de– rechos y su bondad. Mas no obstante la aceptación que el Budismo, reducido a sus dog– mas principales, puesto en forma vulgar, y con la amalgama de elemen– tos heterogéneos tuvo en China; no obstante el recurso frecuente del pueblo celeste a los oficios de los monjes, budas, bonzos o lamas, éstos han sido tenidos siempre, y en todas partes, en la más grande descon– sideración, en el mayor desprecio, pues hay que confesar que, a pesar de las enseñanzas de su religión, distan mucho de haber conseguido librar su corazón de las tres grandes pasiones-concupiscencia, cólera, ignorancia-y de haber adquirido el estado de completa indiferencia para todas las cosas preconizadas por sus doctrinas. Monjes budistas.-A los monjes budistas se acusa especialmente de los siguientes grandes defectos: Su orgullo, el cual, según se dice, llega a tal grado, que desde el último novicio hasta el más elevado en digni– dad de los bonzos, considérase como un hombre superior, ante el cual todos los demás deben inclinarse y arrastrarse por el suelo. Su rapaci– dad: especialmente en el Tibet, por su desenfrenada usura a intere-.:;es compuestos, arruinan al país, acaparándose de gran parte de la riqueza pública: monedas, muebles e inmuebles¡ están exentos de impuestos y prestaciones vecinales. Teniendo una inmensa fortuna en sus manos, han llegado a ser, casi exclusivamente, los banqueros del país, los co– merciantes más fuertes, los prestamistas de cereales, etc., etc. El país, es decir, toda la sociedad se empobrece a proporción del aumento de la fortuna de las lamaserías. Hasta la medicina la practican con una gro– sera ignorancia e insaciable ambición, a fin de explotar en mayor escala

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