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62 RELIOIONES DOMINANTES EN CHINA do se encontraban llegó a apagarse. <Alegróse mi interlocutor, dice, y exclamó con aire de triunfo: no me preguntéis ya por el estado de Nir– vana, ni pretendáis que yo os explique lo que es; habéis visto que esa lámpara se ha apagado cesando de iluminar la habitación, sin duda por haberse acabado el aceite; pues bien, no otra cosa es el estado de Nir– vana, cuya explicación me pedíais en estos momentos; el hombre es lo mismo desde el momento en que se acaba en él el principio o causa de su existencia,. (1). Sin embargo, hay que confesar que el pueblo chino, en su mayor parte, no cree en el Nirvana, o cree que el Nirvana es un lugar donde se goza de toda clase de placeres y de delicias sin término, por toda una eternidad. El instinto natural de su alma racional, conservado rela– tivamente sano por la moral budista, reconoce confusamente la existen– cia de un Ser superior acerca del cual su religión es muda, pero hada el cual el corazón se dirige por la plegaria en momentos de serio peli– gro o de grande tribulación. Los budistas chinos son de tal naturaleza, que en circunstancias normales ofrecen sus homenajes a toda suerte de espíritus inventados por su imaginación; mas en la hora crítica, cuando el peligro arrecia, acude instintivamente a su Lao-tierz-ye; al Eterno que lo ve todo, y es juez y soberano, y padre tierno y compasivo. Así es que el Budismo, con ser un error y un mal, no ha dejado de ser para los chinos un bien, o sea un mal menor. 1:::1 Budismo ha preservado a millones de hombres del egoísmo y del furor del Brahamanismo y de la atrofia y frialdad del Confucianismo. Breve respuesta a una objeción. -Debido a la semejanza que ofre– cen ciertas creencias y prácticas budistas con el dogma y con la liturgia de nuestra santa Iglesia y divina Religión, el racionalismo ha pretendi– do que la Iglesia se ha inspirado en el Budismo para la celebración de su culto, que el Catolicismo ha pedido de limosna, o robado tal vez, al Budismo su liturgia y sus dogmas. Sin que pensemos en separarnos de nuestro intento en estas abservaciunes y notas, digamos una palabra so– bre el particular. Toda religión, en el mero hecho de serlo, ha de tener algunos ca– racteres o rasgos de semejanza con las demás religiones, ha de aseme– jarse a ellas, algo así como un reloj se asemeja a otro reloj, ya que el fin para el que fueron fabricados es el mismo, aunque los artífices sean distintos. La religión es uno de los sentimientos más potentes del alma humana. Es una pasión que nos impele hacia Dios, a unir nuestra exis– tencia con la suya divina. A esta aspiración del alma por lo divino se (l) Mgr. Bigandet, libro y lugar citado.
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