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56 RELIOIONES DO\llN \N fE'S l'N ClllN\ ni menos que la Buda que había de venir, por consiguiente que había de ocupar el trono (ya lo ocupaba de hecho), para reinar sobre el mun– do, fácilmente se comprende el desarrollo que adquiriera el Budismo, especialmente luego que ese admirable descubrimiento se hizo público por todo el imperio, y la emperatriz dió en llamarse, con preferencia a todos sus títulos precedentes, Santa Sobrenatural Emperatriz Depositaria del Disco de Oro (1). En cada esquina de cada calle de cada pueblo, se levantó una pagoda. Esta tristemente célebre mujer moría en 705 después de haber ab– dicado, casi en la agonía--tal era el gusto que sentía en mandar-a fa– vor de su hijo Tsun-tsung, quien la sobrevivió pocos años, pues en 710, habiendo comido una galleta amasada por su propia esposa, pasó ad patres, sucediéndole en el trono, gracias a una conjura tramada contra la emperatriz asesina, que fué t:imbién decapitada, su hermano Joei– tsung. La primera preocupación del emperador fué consagrar sus dos hijas como bonzas del Budismo o Taoísmo, edificando un convento para cada cual de ellas. Quisieron impedirlo algunos de sus ministros o censores. Para exhortaros a que no lo hagáis-le dijeron-os recor– damos preciosos ejemplos de antiguos y modernos príncipes y sobera– nos modelos. Sabéis que vuestro abuelo Tae-tsung fué un gran príncipe, a quien todos los negocios le salían según su corazón. Ahora bien, Tae-tsung no autorizó sino poquísimos templos budistas, y durante su reinado, muy pocos eran los ciudadanos que obtenían permiso para consagrarse al servicio de ese espíritu extranjero. ¿Lo hizo mal? Sabe– mos que el cielo le colmó de favores. Vuestro hermano Tsun-tsung edi– ficó innumerables templos budistas, y durante su reinado, todo el mun– do podía consagrarse al servicio de las boncerías. ¿Lo hizo bien? Cierto es que fué juguete de una mujer que terminó por asesinarlo•. El em– perador admiróse de la franqueza de sus ministros-dice la historia– pero no por eso dejó de ofrecer sus dos hijas a los espíritus... y llega– ron a ser abadesas de sus respectivos conventos. En 740, durante el reinado de Hoang-tsung, hijo de Hoei-tsung, las crónicas de nuestra capital provincial (Shensi-Sianfu), nos recuerdan que sólo en el perímetro de la ciudad había 46 pagodas y conventos de bonzos con 27 de bonzas budistas, y eso que en 714 el mismo empera– dor había dado el decreto de secularización contra 12.000 bonzos de ambos sexos, y prohibido edificar nuevos templos y boncerías, fundir estatuas y copiar libros de la secta. (1) Disco de Oro, que se dice caído del cielo, como signo de invrstidura de los Soberanos escogidos para la propaganda del Budismo.

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