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Bllll!SMO 53 viente budista, que hizo todo lo posible por evitar se promulgase el te– rrible decreto, y si no lo consiguió del todo, obtuvo, sin embargo, que se retrasara su promulgación los días suficientes para que un buen con– tingente de monjes se salvara con sus libros y sus imágenes; los tem– plos budistas fueron todos destruidos. El golpe que recibiera el-Budismo fué tremendo. Pero es lo que decíamos que pasa en la historia de los pueblos, y especialmente en la del chino; apenas había muerto Tuo-pa-tao, en 452, y caliente aún su cadáver, Tuo-pa-tsung, su sucesor, anuló las leyes de proscripción y, comenzando por permitir la erección de un tt!mplo por distrito y el ingreso en los mismos a razón de cuarenta o cincuenta bon– zos en cada uno, no guardándose estas restricciones, como la historia lo confiesa ingenuamente, resultó que cuanto Tuo-pa-tao echó por tie– rra, Tuo-pa-tsung lo levantó con creces. Este se hizo tan devoto budis– ta, que llevaba la cabeza rapada como los bonzos, y en 467 hizo fundir una gigantesca estatua de Buda, empleándose en ella no menos de cien mil libras de cobre y seiscientas de oro puro. La Historia, burlándose de Buda y del rey, registra aún, al año 469, el hecho siguiente: Un su– perior general de los bonzos, llamado Tang-yao, presentó al Gobierno la demanda siguiente: Como el pueblo no sabe vivir al día, fuera conveniente conceder el título de nobleza a cuantas familias depositen en las boncerías seiscientas medidas de grano cada año; en tiempos de escasez y de hambre, los bonzos se encargarán de distribuir est0s gra– nos a los pobres necesitados. Además, fuera bueno que se concediera el título de •individuos de la legión de Buda, a los miserables esclavos de los tribunales; éstos podrían servir para la limpieza, aseo y demás tra– bajos de las boncerías. Como Tuo-pa-tsung concediera cuanto se le pe– día, luego los graneros de los bonzos se llenaron, y fueron muchas las familias nobles del reino. Tuo-pa-tsung retiróse definitivamente a una pagoda que él construyera en su parque real, donde apartado del bulli– cio del mundo, vivía en comunidad con los monjes contemplativos y ascéticos. Nos dice la historia que un poco antes, por los años de 458, el bonzo Tan-piao, gran mago él, se creyó llamado a organizar una fuerte revo– lución para destronar al emperador Hiao-ou-ti (454-464), y hacer que ocupara el trono un tal l(ao-che, su amigo y devoto. Descubierta la conspiración, fueron decapitados los conspiradores, y el soberano dió un edicto contra los bonzos, ordenando que a todos se diera muerte sin remisión (1). (1) Aquí tenemos una prueba evidente de las circunstancias porque ha atravesado el Imperio chino en aquella época de disturbios y disensiones intestinas. Nos halla-
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