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52 RELJOIONES DOMINAN res EN CHINA secta, varias expediciones de los bonzos más afamados de la India lle– garon por este tiempo al Celeste Imperio como a tierra conquistada. El emperador Nam, devoto de Buda, que reinó de 397 a 418, fué el último de los monarcas de la dinastía de los Tsin. Después hubo va– rias otras de tan corta duración, y con soberanos tan ruines y misera– bles, que la historia ni se digna siquiera incluírlas, a no ser de pasada y como por no perder el hilo de la narración, en la lista de las dinastías chinas. Sin embargo, en lo que afecta a la historia del Budismo en China, la siguiente dinastía de los Soung (420-478) nos ofrece, en muy corto espacio de tiempo, uno de esos fenómenos frecuentes en la histo– ria de las naciones, y especialmente en la del pueblo chino, por ser la inconsecuencia, la incoherencia, un como principio fundamental y ca– racterístico de los gobiernos de este país. Aparte de otras pequeneces y decretos con los que el Budismo y los bonzos ganaban bien poco, por los años 446, reinando el emperador Wen-ti, segundo de los Soung, nos encontramos con un personaje, re– yezuelo que se hacía llamar Príncipe Genio de la Paz Suprema, el cual Príncipe Genio, conocido en la historia con el nombre de Tuo-pa-tao, dice que, visitando un día uno de los templos budistas, admiróse de ver en una de sus dependencias un depósito de armas de fuego. Ojo alerta, fué recorriendo todo y dió con una habitación donde los bonzos hacían y guardaban buena cantidad de aguardiente... y, en fin, llegóse a un subterráneo lleno de mujeres y de cándidas doncellas. Edificado, naturalmente, Tuo-pa-tao de la vida y costumbres que se observaban en aquel monasterio, condenó a muerte a todos los miembros del mis– mo, sin excepción alguna. Un ministro suyo, Tsoei-hao, enemigo de– clarado del Budismo, aprovechó tan bella ocasión para aconsejar al Príncipe que hiciera lo mismo con todos los bonzos de la jurisdicción. •Quemad, le decía, y destruid todos sus templos, todos sus libros, to– das sus imágenes». Consintió el reyezuelo y dió un decreto concebido en estos términos: «En tiempos pasados, un príncipe imperial de la di– nastía de los Han, dando crédito a una doctrina falsa y perversa, acabó con los buenos usos y ritos antiguos y suprimió la ensenanza de los clá– sicos. Yo he decidido dar muerte a esa falsa doctrina y restablecer la verdadera. En consecuencia, ordeno que la policía busque cuantos ob– jetos existan relacionados con el culto budista en toda nuestra jurisdic– ción y los quemen públicamente. Los bonzos todos, sin distinción de edad ni de sexo, son, por las presentes, condenados a muerte. En ade– lante, quien diese culto a los Chen (espíritus) exóticos, es condenado, sin perdón, a la pena capital con toda su familia,. Había por •entonces un príncipe de sangre real, Tuo-pa-hoang, fer-

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