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50 Rf'LIOIONES DOMINANTES EN CrllNA en la historia del Imperio celeste, hubo en China una serie de efímeras dinastías y reinados, durante un período de enormes disturbios y con– tiendas a mano armadavÉn esta época precisamente, diría yo con per– dón de l.a historia, y,;r'pesar de lo que acabo de referir en párrafos pre– c~dentes1 deq~,éert&carse propia y verdaderamente la introducción en Chlnaºdel Budismo como secta religiosa. Me fundo para ello en que durante 270 años, el Budismo, predicado única y exclusivamente por los bonzos indios, no había penetrado en el corazón del pueblo chino. Durante todo ese tiempo, fué tan solo una novedad reservada a ciertos dilettanti, más bien que una secta con sus adeptos. Mas ya lo cosa va a cambiar de aspecto. Combinando fechas, allá por los años 330 a 340, nos encontramos en la historia con un señor Chen-li, que a sí mismo se llamaba Rey ce– leste del gran Tchao, y con su heredero y sucesor, Chen-hu, borracho y libertino. El heredero presunto de este último, Chen-sui, era antro– pófago. De cuando en cuando hacía cortar la cabeza a varias mujeres del harén, y bien preparadas y fritas, las servía a sus convidados, te– niendo buen cuidado de hacer pasar antes la cabeza cruda a la vista de los invitados para hacerles ver que no habían sido inmoladas las menos bellas. Chen-hu descargaba en su digno hijo muchos de los negocios de Estado. Cada vez que no los resolvía a su placer, Chen-sui recibía una paliza; diz que de esta manera le salía la cuenta a tres o cuatro tundas mensuales. Chen-sui se cansó luego de este régimen y atentó contra la vida de su padre y soberano. Un bonzo, famoso por entonces, llamado Buda-fanga (1 ), advirtió a Chen-hu del peligro que su vida corría. Chen-sui fué decapitado con sus mujeres y niños. Sin ser ellos muy devotos del Budismo, Chen-li y Chen-hu, por agradecimiento, dieron honores a los bonzos y decretos de tolerancia para su secta. Los (1) La historia de los Tsin, cap. 95, dice hablando del famoso Buda-fanga: «En 310 llegó a China, haciéndose pasar por hombre de más de CÍC'n años de edad. Había na– cido en la India, y desde su infancia se había consagrado al estudio de la doctrina bu– dista. Se alimentaba principalmente del aire, y, en consecuencia, pasaba largas tempo– radas sin tomar alimento. Recitaba admirablemente las fórmulas y palabras mágicas, y hacíase obedecer y servir de los K'oei (diablos) y de los Chen (espíritus). A un lado del abdomen tenía una abertura que se llenaba con un tapón de algodón. Cuando, de noche, destapaba la abertura, salía de ella un rayo de luz que iluminaba el libro y la habitación. Los días de purificación budista, muy de mañana, dirigíase al borde de un río de aguas corrientes, sacaba una por una, de dicha abertura, todas sus vísceras in– teriores, las lavaba en el agua, y luego las volvía a colocar en el mismo lugar. Mas en lo que Buda-fanga sobresalía era en su admirable previsión de las cosas futuras, in– terpretando el sonido de unas campanillas que tenía colgadas del tejado de su casa. Sus predicciones eran infalibles... •

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