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IS tas de China. El hecho es co.itado de diversas maneras. Sin embargo, aceptamos como más probable la relación siguiente (1). El año 65 de la era cristiana, un hombre dorado y resplandeciente aparecióse en sue• ños a Ming-ti. El Emperador reunió todo su consejo para obtener la explicación del misterioso sueño. Uno de sus ministros, llamado fu-i, le habló y dijo: He oído decir que en el país de Tarim (India) hay un Chen (santo) llamado Fuo: debe de ser el que ha aparecido a Vuestra lv\ajestad. El emperador nombró una embajada compuesta del conseje– ro Trae-tsing y el literato Tsing-King para que inmediatamente se pu– sieran en camino hacia el Occidente, hasta la India, con orden de no volver a su país hasta encontrar al Santo que el Cielo le había hecho conocer. Era por entonces, poco más o menos, cuando Santo Tomás predicaba el Evangelio a los indios. Dos o tres años más tarde, los em– bajadores volvían a Lao-yang, villa situada cerca de Kai-fung-fu, capi– tal actual de la provincia del Honan, donde se hallaba la corte. Los embajadores eran portadores de la estatua de Buda, y venían acompa– ñados de varios bonzos, dos de los cuales Kashiapa-Matanga y Dharma– Aranga son bien conocidos en la historia china. El emperador les hizo espléndido recibimiento, dándoles por morada un amplio y regio local, fuera de los muros de la capital. Los bonzos hicieron una traducción de sus libros budistas. Hecho el examen de la traducción, hallóse que sus dogmas o doctrinas consistían en cinco puntos principales: 1. 0 Ten– der a Nirvana (Nirvana-que luego explicaremos--es una creencia bu– dista según la cual el ser humano, después de la muerte, se identifica con la esencia divina). 2. 0 Practicar obras de caridad y de misericordia y no dar muerte a ser viviente. 3. 0 El alma del hombre no se aniquila después de la muerte, sino que pasa a un nuevo cuerpo (transmigra– ción). 4. 0 Las acciones buenas o malas hechas durante la vida son pre– miadas o castigadas ultratumba; y 5. 0 Practicar todo acto de virtud a fin de constituirse en Buda. Así se introdujo en China el Budismo, con sus bonzos, sus libros y sus imágenes. Sin embargo, en un principio hizo pocos prosélitos el Budismo, y sólo unos cuantos príncipes de sangre y mujeres del harén, gente ociosa y ávida de novedades, parece que abrazó la secta. La glosa (2), comentando el hecho de la introducción del Budismo en China, dice: < En tiempo de las dinastías y de nuestros antiguos sabios, el Budismo hubiese sido proscripto sin perdón, por ser sus preceptos (1) Así describe11 la i11iroducció11 del Hudisrno en China, L. Wiegcr, Textes his– torlqu es, ya citados, pág. 808. llmo. Juvcncio Hospital, Las religiones chinas, ya cita– do, pág. 206, y P. Lccomtc, Lettres sur Pekin, pág. 417. (2) Véase, al efecto, lo que escribe L. Wieger, lugar citado de Texfes historiques.
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