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38 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA los sacrificios que se imponen los padres en la educación de sus hijos tienen a veces el carácter de un real «cambio de letras». Pero es nece– sario admitir que si los deberes de los hijos para con sus padres son considerados en el Japón, lo mismo que en China, como artículos de fe, intangibles, y respecto a los cuaies no puede cuestionarse, no sucede lo mismo respecto a los deberes u obligaciones de los padres para con sus hijos. La solución racional sería que los padres llegasen a compren– der las estrechas obligaciones que les incumbe en todas ocasiones res– pecto de sus propios hijos y que supiesen definir claramente y practicar lo que les es lícito o ilícito exigir de los mismos, a fin de evitar que los hijos, influidos por las modernas ideas, llegasen a poner a discusión y a dudas sus deberes para con los padres. Mas he ahí cabalmente la evo– lución, la transformación gradual que adquieren las ideas, toda vez que el simple concepto de que los hijos no sean •medios», sino ,fines», há– llase en abierta oposición con las doctrinas confucianas acerca de la piedad filial. Ahora bien, ¿debemos lamentar esos asaltos entre el espíritu mo– derno y las antiguas doctrinas, en los pueblos extremo-orientales? Juz– gamos que debe permitírsenos creer que no hay motivo para ello. El Confucianismo pasa ya, poco a poco, a la historia. Entre las·transforma– ciones que se están operando en el Japón, y que no tardarán en tener su repercusión en China, habrá tal vez alguna o algunas que sean causa de injusticias y moralmente poco plausibles, mas en general puede ase– gurarse que el abandono de los preceptos confucianos no puede menos de abrir a esos pueblos ancho camino de resurgimiento, de adebtnto y de progreso. Las trabas pudieron tener utilidad política en tiemp?s que ya pasaron, pero han sido rotas, pisoteadas por las nuevas genera– ciones, a las cuales cumple ahora hacer buen uso y aprovecharse cual conviene de la <libertad» adquirida. Claro está que con esto no se resuelve el caso propuesto por el jo– ven japonés. fuera para él cosa por cierto bien cómoda despreciar los preceptos confucianos y comenzar a vivre sa vie, a vivir vida indepen– diente sin cuidarse de su familia actual. Pero también es cosa cómoda para un padre el obligar a su hijo a que se sacrifique a deberes que en primer término pertenecen al padre de familias. Los japoneses, como los chinos, tendrán aquí materia para largos discursos y sabrosas dispu– tas. En tiempos pasados todo el mundo se creía con derecho a obligar a ese joven a que, contrariando sus deseos e inclinaciones, permanecie– se célibe; mas hoy son muchos los que le conceden completa libertad. Todo lo cual prueba hasta la evidencia que la doctrina moral antigua está sufriendo grandes cambios.

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