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36 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA gar (1). Muy joven aún, dice un japonés, mis padres lograron fuese yo admitido como empleado de una fábrica. Por mi honradez a carta cabal y mi aplicación seria y constante al trabajo, he sabido conquistarme una situación halagüeña que hey me permitiría sostener holgadamente es– posa e hijos; es decir, que la sociedad podría contarme entre las fami– lias honradas de la nación. Pero ¿tengo yo derecho a casarme y a vivir en familia con esposa e hijos? Para la resolución del caso que propongo a la deliberación del público, habrán de tenerse en cuenta varios consi– derandos. Mi padre es dado a la embriaguez y a otros vicios que, ordi– nariamente, a ese acompañan y que no puedo manifestarlos ante el pú– blico. Tengo un hermano y una hermana; mis padres son pobres, y la familia toda hállase necesitada de mi salari0 para pasar los días. Mi ma– dre está continuamente enferma, con lo cual aumentan las necesidades de la casa. Mi padre no se resuelve a corregir sus excesos, y a tal esta– do han llegado las cosas, que, día por día, mi salario resulta insuficiente y con frecuencia nos vemos en grandes aprietos. Debo confesar que, no obstante la precaria situación de mi familia, estoy perdidamente ena– morado de una joven, bella y honesta, que desearía fuese mi esposa. El matrimonio, naturalmente, ocasiona nuevas necesidades y gastos. Cuando considero que si me viese en la necesidad de cercenar algo de lo que doy a mis padres, reduciría mi familia a la miseria, me encuen– tro en una situación moral angustiosa en extremo, e incapaz de una decisión definitiva. Ahora bien, pregunto yo a la voz pública: ¿me es lícito, sin contravenir el precepto de la piedad filial, seguir mis inclina– ciones, contraer el matrimonio con la joven que es dueña de mi cora– zón y constituirme en familia propia e independiente, o bien debo con– tinuar en el estado en que actualmente me encuentro, víctima de los desórdenes de mi padre, y sacrificar mi amor ardiente, natural y justo? El caso, tal y como se expone, cándida y sencillamente, parecerá, a primera vista, muy poco interesante a más de uno. También por aquí conocemos ejemplos de esta naturaleza; es decir, se dan hijos que de– searían casarse, pero no lo hacen para cuidar, con más independencia y libertad, de sus propias madres viudas, etc. Mas para formarse idea del interés que pueda ofrecer el caso presente, hay que saber que el de ese joven, que se halla indeciso entre el amor filial y el amor de una esposa futura ..., y que constituye al público árbitro y juez de sus actos sobre el particular, denota evidentemente una revolución profunda en la mentalidad de los pueblos extremo-orientales. (1) Véase Apostolado Franciscano, revista mensual ilustrada de misiones francis– cano-españolas, dirigida por los Padres de Cantabria, año IV, núm. 43, Julio de 1918, páginas lúl, 62, 63 y 54.

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