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34 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA frecuencia, y siempre costoso. V precisamente por librarse de este sa– crificio, incompatible según ellos con la felicidad, los epicúreos, lo mis– mo exactamente que los confucistas chinos, constituían en la mayor suma posible de placeres terrenos la felicidad• (1 ). A pesar de haber dado pruebas del más puro materialismo en todas sus obras, no obstante su carencia absoluta de religión, «de la santidad de Confucio a ningún chino pagano se le ofrece la menor duda; bien es verdad que en lo de aquilatar santidades los chinos son poco escrupulo– sos; si no, ya se habrían fijado un poco más en ciertas imperfecciones de su santísimo maestro, a quien gustaba el traguillo y las buenas taja– das más de lo que fuera menester para ser santo... A tanto llega el cré– dito de la santidad de Confucio, que hablando con cristianos, todavía tiernos en la fe, hay que esforzarse mucho y pensar lo que se les dice acerca de. Confucio, porque fácilmente podrían escandalizarse, (2). A Confucio no sólo se le tiene en China como un santo y un sabio inmor– tal, sino también como ,igual al cielo• y como un Dios. Los versos que se le cantan durante la ceremonia de los sacrificios que dos veces al año -primavera y otoño-le ofrecen los jefes de la nación en persona, di– cen así: «Grande es Confucio, el filósofo-El primer vidente, el primer sabio-Es igual al cielo y a la tierra-V guía inmortal de todas las eda– des... Hoy celebramos su virtud deslumbradora-Al sonido armonioso de trompetas-El llevó la perfecció11 a un grado de excelencia-Antes ni después de él conocida ... , « Los libros sagrados chinos, cuando ha– blan de él, dicen que ,fué heredero de la sabiduría y virtud de los Vao y de los Chuen (dinastías chinas); que en su modo de ser y portarse fué regular como las estaciones del año, límpido como el agua, estable co– mo la tierra•. Su imagen suele ocupar puesto de honor en todos los centros académicos y lugares de reunión de letrados; la tableta de Con– fucio-una tabla ordinaria pintada, y en la que basta escribir su nombre para que el espíritu del gran maestro venga a reposar sobre él-se muestra en todos los innumerables templos que las edades le han con– sagrado y en las paredes de todas las escuelas de China. Tanto los maestros como los discípulos, hállanse en el deber de postrarse ante la tableta al comienzo y fin de las clases. Ahora bien, cabe preguntar aquí: ¿la China debe agradecimiento verdadero a las enseñanzas de Confucio? No puede negarse que el Im– perio celeste debe a las enseñanzas de este maestro la revivificación de antiguos usos y costumbres que mantenían, que constituían un lazo (l) Mgr. freppel. Les Apologistes chrétiens au 2.e siécle. 3.e edition, 1887, pá– gina 342. (2) Juvencio Hospital. Las religiones chinas, pág. 140.

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