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32 REI.IOJONES DOMINANTES EN CHINA él, en cierto modo, el hombre es independiente del cielo y a veces su igual. Para él la plegaria es inútil, porque el cielo no obra sobre el alma humana. Para él el hombre nace bueno, y esta bondad original puede ser en él, si lo desea, una naturaleza. Tampoco existe en .Confucio una afirmación categórica y terminante del alma racional, de una vida fu– tura, de una sanción (penas y premios) de ultratumba. La virtud, según él, tiene su recompensa, el vicio su castigo; pero es por la prosperidad o la miseria temporales que se extienden a los descendientes. En una revista católica de la América Central, escribía yo hace años: ,, Es cosa extraña, sin embargo, que Confucio admita el culto de losan– tepasados, el culto de los espíritus. Concediendo entre las cinco leyes universales o relaciones en que se funda su moral el primer rango a la piedad filial, y habiendo hallado ya en vigor el culto de los ascendien– tes, el filósofo no se atrevió a rechazarlo. Mas si se desea hallar una ra– zón filosófica de este culto, no se encontrará por ninguna parte en sus escritos. Encontróse con una práctica que estimó conveniente para con– solidar su moral; ahí está la razón. Imitar a los antiguos, hacer los mis– mos ritos, la misma música que ellos hicieron en ·vida, venerar lo que ellos veneraron, amar lo que amaron ellos, servirles después cie su muerte imaginándose que viven todavía; he ahí la perfecta piedad filial y la explicación de ese culto» (1). Mas ¿puede deducirse de ahí la existencia de una vida futura? ¿Cre– yó en ella Confucio? Repito que pueden leerse los escritos todos del filósofo y no se hallará que él busque nunca una fuerza, una base esta– ble para sus enseñanzas en el dogma, tan propio para sostener la virtud y desalentar el vicio, de las consoladoras esperanzas y saludables temo– res de la otra vida. Es más: se cuenta que a uno de sus discípulos que le preguntaba un día •si los muertos se hallaban dotados de conoci– miento o privados de él, respondió: Si yo digo que se hallan dotados de conocimiento, no faltarán hijos piadosos que se darán muerte para ir a reunirse con sus parientes difuntos; si digo que se hallan privados de razón, habrá hijos despiadados que ni siquiera se tomen la molestia de enterrar los cadáveres de sus padr~s. Dejemos la cosa sin resolver. Cuando mueras sabrás lo que hay después de la muerte,. Interrogado acerca de la muerte, el filósofo, por simple respuesta, le aconsejó que empezase a vivir bien» (2). En Confucio, lo mismo que en sus discípulos, obsérvase en esto de la moral un dualismo de ideas verdaderamente inexplicable. Por una (1) L. Wieger. Textes philosophiques, ya citados, pág. 136. (2) L. Wieger, lugar citado, pág. 184.
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