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30 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA dentro de un orden puramente natural• (1 ). V es así; para él todos los hombres son rectos al nacer; el conjunto de las cualidades naturales de todos los hombres es el mismo. El hombre, según él, tiene siete indi– naciones o propensiones innatas, a saber: gozo, cólera, dolor, temor, amor, aversión y codicia. La aversión y la codicia son los dos grandes móviles psicológicos. El corazón humano es un misterio insondable, en el cual el mal y el bien cohabitan sin que ello aparezca al exterior. Se– gún el mismo filósofo, « los deberes humanos se reducen a los siguien– tes: que los padres sean tiernos y amorosos para con sus hijos, y éstos dotados de sentimientos de piedad filial para con aquéllos; que el her– mano mayor sea bueno para con su menor hermano, y éste respetuoso con aquél; que el marido sea razonable y justo, la esposa obediente; los ancianos bienhechores, los jóvenes complacientes; el soberano sea hu– mano, los súbditos leales,. •Las leyes universales son cinco: de prínci– pe a ministro, de padres a hijos, de marido a esposa, hermanos con hermanos, y amigos con amigos". •Las reglas generales-o como si di– jéramos virtudes cardinales-son: penitencia, beneficencia, justicia, ur– banidad y sinceridad •La observancia de todos estos principios y le– yes se reduce a una sola cosa: a seguir en todo y por todo el dictamen espontáneo de la conciencia innata; inútil buscar otra regla de cos– tumbres» (2). Podemos asegurar, sin género alguno de 'duda, que el Confucianis– mo no es una religión; que Confucio no dejó a sus discípulos sistema alguno religioso. El Confucianismo no es más que una colección de máximas morales recogidas en los clásicos, y cuyo objeto se circuns– cribe estrictamente a este mundo material. Lo hemos visto por las cinco relaciones humanas, llamadas, eso sí, relaciones establecidas por el cie– lo, relaciones constantes, innatas, pero humanas no más. En cuanto a la sexta relación, la del hombre con el Ser Supremo, que tiene derecho a sus homenajes, Confucio no hizo otra cosa que observar, de ninguna manera esclarecer, la noción conservada en las antiguas tradiciones de la China. Que se considere la religión según quieren algunos como la comu– nión de los hombres con Ojos; que se la haga consistir esencialmente en el coloquio misterioso del alma con Dios, o que sencillamente se la defina con la doctrina católica, la unión moral o conjunto de relacio– nes del hombre con Dios, del Criador con la criatura, la religión no (1) Enciclopedia Universal, Espasa, tomo 14, pág. 1196: «Confucio». (2) Léase L. Wirgcr. Textes philosophiques, púg. 143. Ko-Kien-fon. lmprimcrie de la Mission, 1906.
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