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CONFUCIANISMO 29 por millares; su Escuela filosófico-literaria, basada en la tradición, arrojaba incomparable esplendor. <Confucio ocupa el primer lugar en la historia del mundo chino co– mo genio filosóficamente benéfico, como enérgica figura de apóstol, que de las venerandas tradiciones religiosas y civiles de sus abuelos, toma argumentos y fuerzas para levantarse impertérrito contra todas las abe– rraciones del entendimiento y contra todas las bajezas de la vida siba– rítica de sus contemporáneos. V después de siglos tantos, su memoria, venerada y viva, lleva como elemento rebosante la parte más noble y escogida del pensamiento de los modernos hijos del cielo. Su doctrina ha sido proclamada mil veces por los emperadores tan de absoluta ne– cesidad para los celestes, como el agua lo es a los peces, y es seguida por millones de hombres. Como filósofo, diplomático, moralista hu– mano, puede dudarse que en el mundo haya habido una figura que con él pueda compararse. Sus obras están en las manos de todos los chinos, que desde la niñez las aprenden de memoria». (1) Dado el modo de ser de los chinos, el nombre de un sabio como el del filósofo-moralista Confucio, no podía tardar en ser objeto de la pública veneración. A su muerte, hiciéronsele solemnísimos funerales. Los letrados han rendido siempre a Confucio el culto y los honores que se tributan a los {;;randes santos, a los grandes sabios, por veneración y por agradecimiento. Los emperadores han sido siempre los primeros en conceder a Confucio un culto especial como a santo y sabio bienhechor del Imperio. Teoría o principios del Confucianismo.-EI Confucianismo, ya que no sea precisamente la religión oficial de la China, es, sin embargo, la religión de la China oficial; es decir, de la aristocracia, que la constitu– yen los literatos y dignatarios. Su doctrina se inspira en las máximas de Confucio, y su moral en una perfecta conformidad con lo que el Maes– tro llamaba li celeste, o bondad natural, innata, que tiende a librar el corazón de toda inclinación viciosa, y a conservar en él durante la in– fancia el amor a las letras; en la juventud, la emulación del bien; bajo la tutela de los padres, sentimientos de piedad filial; en el desempeño de un cargo, la fidelidad; a la vista de un menesteroso, instintos bien– hechores; en presencia del bienestar del prójimo, la lucha contra la co– dicia... en todos los actos de la vida, la honestidad. <Para Confucio, el hombre no había pecado en Adán, dice la Enci– clopedia Espasa, sino que se encontraba in statu naturae integrae, (!) Son elogios de Confucio que hemos entresacado de muy diversos autores, en– tusiastas de las cosas chinas, que luego habremos de refutar, en parte por lo menos.
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