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TAOJS\10 23 mo más extravagante. Recuérdese lo que en la antigüedad fueron los adivinos de la Etruria, los arúspices tan considerados en Roma, que eran encargados de examinar las entrañas de las víctimas para hacer presagios; los astrólogos de la Caldea, que dieron motivo a tantas super– cherías; los augures de la Frigia, que adivinaban lo futuro observando el vuelo y el canto de los pájaros; los hechiceros de Tesalia, que, según el vulgo, podían privar a uno de la salud, del juicio, de la vida, o ha– cerle daño, en virtud de prácticas supersticiosas; los gimnosofistas o brahamanes de la India._.. todo esto, y con creces, son en China los monjes taoístas que se dicen discípulos de Lao tse. Se dedican, claro es que no por convicción, sino por el interés, a la ashología y a la geo– mancia, a la frenología y a la quiromancia, a la necromancia y a la he– chicería, a la magia y a la cábala; viviendo de exorcismos y de encanta– mienü•s, de sortilegios y de talismanes, de unciones y aspersiones, de truhanerías infantiles y de groseras frases, explotando la credulidad de un pueblo que parece nacido para la superstición. •Va no pasan el tiempo, los monjes taoístas, reflexionando sobre lo puro y lo verdadero; renunciaron ya a su antigua farmacopea para la producción de elixires de larga vida, y conságranse a escribir sortile– gios eficaces para arrojar a los demonios de las habitaciones a fuerza de tales estrépitos, que hicieran temblar al más fuerte, descendiendo en último extremo a la arena para luchar cuerpo a cuerpo con el diablo desobediente. Son también especialistas, con privilegio de propiedad, del talismán, que preserva de todo peligro a los ciudadanos pacíficos, lo mismo que a los viajantes aventureros. Como los monjes budistas, saben hacerse pagar bien, (1 ), lo cual, después de todo, es lo más prác– tico y lo más consecuente para su bolsa y su ... estómago. Por lo demás, dicho sea de paso, los monjes taoístas, sin ser ni con mucho ángeles por su inocencia, gozan en China de bastante mejor re– putación que los monjes budistas. También hay sacerdotisas taoistas, las cuales vegetan en las pagodas como en solitaria tumba, orando y preparando las píldoras de la inmor– talidad y otros prodigiosos medicinales mejunges. La historia de estas píldoras es harto bien sabida. La virtud prodigiosa de la pasta consiste en una gimnástica verdaderamente original; tienen estas píldoras la efi– cacia de hacer formar en el hombre otro cuerpo de la misma naturaleza que el actual; de suerte que, cuando el cuerpo que ahora poseemos viejo ya y carcomido o atacado de muerte, va a desaparecer, es susti- (1) E. Lamairesse. L'Empire chinois. L~ Bouddhisme en Chine et au Thibet, pág. 161.-(París, George Carré, 1904).

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