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16 RELIGIONES DOMINANTES EN CHINA Lao tse acerca del origen y de la constitución del Universo, ni son fá– bulas ridículas ni chocantes absurdos; antes bien, ofrecen el sello y la característica de un espíritu noble y elevado, y hasta en los sublimes desvaríos que le distinguen, se nota una conformidad sorprendente e incontestable con las doctrinas que profesaron más tarde las sectas de Pitágoras y Platón. Como los Pitagóricos, Lao tse admite por causa primera el Tao (Razón), Ser infalible, increado, que es el tipo del Uni– verso, y considera a las almas como emanaciones de la substancia etérea, a la cual se reunen después de la muerte. Como Platón, niega a los malos el derecho de volver a reunirse con el alma universal. Filosofía dogmática de este libro.-En este libro, Lao tse comienza ab ovo, por decirlo así, y en un amplio y profundo vuelo del pensa– miento, digno de él, nos revela (cap. 25 ), que < antes del caos que pre– cedió al nacer del cielo y de la tierra, existía un Ser, inmenso y silen– cioso; Ser inmutable, infinito, inmortal, obrando siempre sin cambiarse jamás. A ese Ser puede considerársele como padre del Universo. Yo ignoro su nombre, dice Lao tse, pero por darle uno, lo llamo Tao (Razón). El hombre tiene su modelo en la tierra, la tierra en el cielo, el cielo en el Tao, el Tao en sí mismo,. Un autor de la escuela de Lao tse, Ko-tchang (1200 de J. C.), ha hecho acerca de este pasaje de su maestro una glosa admirable, que se creería entresacada de las obras del Angel de las escuelas más bien que de la pluma de un filósofo pagano chino. «El Tao, dice, no tiene ni principio ni fin; no se modifica; no cambia jamás; no tiene cuerpo ni se halla en lugar determinado; nada le sobra, nada le falta, y ni aurr,enta ni disminuye. No es amarillo, ní rojo, ni blanco, ni azul; carece de in– terior y exterior, como de bajo y alto, de sonido y de Ólor. Se extiende por el cielo y la tierra, y hállase en todos los seres; es la fuente de todo lo que nace y raíz de todas las transformaciones. El cielo, la tierra, el hombre y las criaturas todas, necesitan de él para vivir; conserva y nu– tre a todo lo creado como una madre a sus hijos. Por esta razón Lao tse ha dicho de él que puede considerársele como madre de todos los seres,. Para colmo de singularidad, Lao tse ha dado a este Ser supremo un nombre hebreo, el que en los libros sagrados viene a significar <el que ha sido, es y será•, Jehová. En el capítulo 14, dice: «Mirad al Tao y no le veréis, porque es Y, incoloro; escuchadle y no le oiréis, porque es Ky, áfano; tentad de tocarle y no le palparéis, porque es Wei, incorpó– reo; tres incomprensibles unidos que hacen uno sólo. Ni el que está arriba es más resplandeciente, ni el que se halla abajo más obscuro. Es eterno y no puede tener nombre; llámasele forma sin forma, imagen
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