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PROTESTANTISMO 97 hemos oído decir alguna vez a los chinos: «puesto que los europeos ellos mismos están en desacuerdo, diciendo católicos y protestantes que su respectiva religión es la verdadera, mejor es quedarnos con lo nues– tro, con nuestros espíritus, con nuestros'ídolos>. Pero, por lo demás, las calumnias de los ministros de la herejía no sólo no producen efecto alguno serio, ni impiden alguna sincera conversión, sino que, al con– trario, en muchos casos han dado resultados favorables, inspirando a sus oyentes reflexivos, el deseo de la comparación, mediante atento exa– men, después del cual se han venido a nosotros. Pudiera traer aquí ejemplos a granel, citando nombr::s de familias enteras convertidas del Protestantismo a nuestra divina Religión, y de las que varias he tenido la satisfacción de bautizar, previa abjuración de sus errores. Por otra parte, los esfuerzos de los protestantes arrancan alguna vez las almas de las tinieblas del paganismo, a las cuales los misioneros ca– tólicos pueden luego, sin mucha dificultad, atraer a la Religión católica. Pocos serán los misioneros católicos en China que no puedan narrar algunos hechos de esta naturaleza, y mi libro de bautizados de Yenanfu podría dar buen testimonio de ello. La Iglesia católica se beneficia no poco de las conquistas de la mal llamada Reforma sobre la idolatría. Los pastores abren el camino y preparan la cosecha para que los misioneros católicos la recojan a su tiempo. A veces basta presentarse, por expe– riencia lo digo, para que sus adeptos, que lo sean de buena fe, que no les retenga a la herejía interés alguno particular, vengan a cobijarse bajo el árbol santo de la Cruz. 1~

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