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CJ6 RELIOIONES Dml!NANTES I'N CHINA en sillas de mano, y, sobre todo, y lo que es peor, a pie y de bracete, con no poco escándalo de los paganos, toda vez que esta intimidad pú– blica entre el hombre y la mujer, aunque sean esposos y de suyo nada tenga de reprensible, es contra las costumbres chinas. Mucho habría que decir aún acerca de otras causas que son un gran– de obstáculo para que los protestantes hagan verdaderos prosélitos, a saber: el sistema que emplean, el método que siguen para propagar sus ideas. Porque, por ejemplo, no cabe duda que los protestantes, por querer abarcar demasiado, hacen a su religión demasiado vulgar. Por medio de sus auxiliares propagadores, predican por todas partes, en las plazas públicas, en los feriales ... ofreciendo biblias a todo bicho viviente, y hasta llegan al caso de gritar a los curiosos que se les acercan: ,el cielo por cuatro sapecas» (una sapeca equivale próximamente a un ter– cio de céntimo español), y fácilmente se comprende cuanto la religión pierde con esto, cuando los mismos chinos tienen un refrán que dice: «las buenas mercancías no se venden a bajo precio». La intención de los ministros podrá ser muy buena, lo concedo sin dificultad y de buen grado, pero por este medio la religión pierde mucho de la estima y aprecio que se merece. La experiencia de cada día nos lo enseña. La malquerencia, el odio contra la religión católica es otro obstáculo a la propagación de sus doctrinas. Porque la mala impresión que sus calumnias hacen en los paganos sensatos, tienen sus efectos, que gene– ralmente recaen en ellos, pues a la larga los idólatras dan la razón a nuestro prudente silencio, que es nuestra respuesta ordinaria. Nosotros, ordinariamente, damos la callada por respuesta, dejamos que ellos mis– mos se caigan, y 1 en efecto, caen y se hieren. No pocos misioneros pro– testantes, en vez de acreditar con su proceder y conducta la doctrina que enseñan, la desacreditan con su intemperancia e inmoderación de la lengua contra los católicos. Los chinos, lejos de ser tontos, son pers– picaces y listos, y comprenden que una religión desgastada por la dis– cordia, predicada por ministros de tan poco tacto y prudencia, no puede ser sino mala y absurda. No es mi intento, Dios me libre, hacer en estas observaciones y notas., un requisitorio de la obra de los protestantes. No trato de lanzar acu– saciones sobre ellos, sólo si algunas observaciones a la larga, sin citar nombres ni lugares, y sobre todo, sin torcer la intención de las perso– nas que, en algunos casos, puede ser, y creo es en efecto, buena y lau– dable. La Iglesia católica beneficiada por la propaganda protestante. --Ver– dad es que, en vista de la duda y contradicción que los protestantes van sembrando por todas partes, y del odio que sienten hacia el Catolicismo,

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