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6 FR. 1L\l'R1Cl0 DE llEGo5iA, O. F. 11. CAP. Cuando San Francisco acababa de dar sus ricas vestiduras al po– bre, el ideal de relación a Cristo que constituye la esencia del fran– ciscanismo, está ya explíc:to en Lope ele Vega. Dice Francisco al pobre: El alegr:a que de claros muestro tsta pobre miseria, es la divisa ele! que sigue al que amando la pobreza vistió nuestra mortal naturaleza. El rico mercader se ha hecho mendigo, el "rey <le la juventud" es el héroe popular de los chiquillos, el tonto del barrio, por su vestimen– ta y por raras austeridades. Toda clase de proyectiles acostumbrados en suburbios caen sobre él, que, sin embargo, exclama: Linda casa edificáis. que lodo al lodo y -:endrá a pegarse tocio. Mas no lodo ; piedras, tirad, mucha:hos, al loco, que todo ese lodo es poco para el 1H5lrn que hay en mí. Al oír estos versos, ¿ quién no recuerda el cuadro de José Benlliure "El Poverello" ? Una cosa le faltaba a Francisco para dejarlo todo: su padre. Pero ahora lo acaba de hacer con todo ritual jurídico ante el Obispo ele Asís, que, rn;entras le cubre con su manto-la protección de la Iglesia a la Orden Seráfica-, oye de labios del joven estas palabras: No importa. que padre tengo, y gano a Dios en el cambio. .Mirad si algún mercader en ningún cambio ha ganado lo que yo, pues me dan ciento por uno tan vil y bajo.

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