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4 FR. MAl!RICIO DE BRGOÑA, O. F. :M. CAP. libertad." Y añade Chesterton: "Su religión (la de San Francisco) no era algo así como una teoría, sino algo así como unos amores." Cuando se trata de comprobar una observación, hay que consta– tar primeramente si se percibió el hecho, y, en segundo lugar, si se le dió una recta interpretación; es decir, si se percibió s·u espíritu. En ambos aspectos vamos a comprobar el franciscanismo de Lope. Es evidente que los dos asuntos se tocan tan íntimamente como el alma y el cuerpo; pero así como entre éstos es difícil precisar dónde acaba lo neurótico y psíquico y dónde comienza lo espiritual, otro tanto ocurre al exponer el hecho y el espíritu franciscanos. Multiplicaré lo más posible los textos de Lope de Vega, subrayán– dolos únicamente con una ligera glosa o apostilla. Toda la obra de Lope de Y ega reíleja las características generales del movimiento franciscano, como veremos en la segunda parte; pero Jas obras en que de propósito ha recogido el hecho franciscano son las siguientes: El Serafín huniano. El santo negro Rosanibuco (San Benito de Palermo). El tr2thán del cielo (Fray Junípero). Los primeros mártires del .Tapón. San Diego de Alcalá; y Los terceros de San Francisco. Y además, innumerables canciones, glosas y sonetos de asunto fran– ciscano, diseminados en su Rimas sacras, Romancero espiritual y otras. Para todas esas obras dramáticas mencionadas pudiera valer el juicio literario que sobre la primera de ellas, El Serafín liumano, ha emitido Menéndez y Pelayo: "Contiene, sin unidad alguna de plan y como en forma de cuadros sueltos, toda la vida de San Francisco, con muchas anécdotas de los compañeros del Santo, tomados de los Fio– retti, sobre todo de Fray León y Fray Junípero. Las escenas se su– ceden "como las piezas de un calidoscopio". Pero si se entra en los detalles. aun reconociendo que el poeta más popular de España algo mejor pudo hacer en honra del Santo más popular de la cristiandad, es

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